Lo primero fue organizar una bonita excursión a Benasque para hacer la travesía Bujerín del Alba-Cueva del Alba...pero no hubo cobertura: surgieron dificultades. Lo segundo quedar con César y/o Raúl y/o Moisés para hacer espeleo en La Mole o en Hoyo Salcedillo pero al final no vinieron a Cantabria. Lo tercero fue quedar con Alfredo para ir a hacer espeleo (había quedado con una gente de Alto Duero en Matienzo pero podía “haber problemas” con ellos). Lo cuarto fue llamar a Juan Colina que me dijo que en el club no había nadie salvo el y Javier y que el se iba al Soplao por asuntos institucionales. Lo quinto fue quedar con Ángel pero no tenía plan y se incluía en el plan de Alfredo (¿?). Lo sexto fue que el resto de la gente del SCC no suele salir y que el resto de la gente del AER se había ido a escalar el Naranjo. Así que el sábado no hice espeleo pero como hace un mes y medio que no salía decidí ir a una cueva el domingo aunque fuera “solo”. Más que otra cosa por estrenar unos guantes que me he comprao y por comprobar que el carburero sigue funcionando. Y como soy como mi madre me parió saqué el libro de Pepe León de la estantería y me puse a mirarlo, el mismo domingo, repasando cuevas y simas que me motivasen. Fui descartando, unas por mucho coche, otras por mucha cuerda, otras por que ya he estado muchas veces, otras porque no molan y ya estaba un poco mosca cuando recordé de los tiempos en que Guillermo salía que me insistió en ir a una cueva en Ampuero que molaba cantidad según el: Cueva Jonda. Agarre el coche metí mi bonita saca con una baguette de carburo, mi casco de mierda, mi carburero decimonónico, el mono interior, el exterior, las botas de pocero Aigle, la tika, agua y cuatro chucherías pa comer. Me memorice la topo a grandes rasgos y me largué. A menos de un kilómetro de la Bien Aparecida tomé un desvío a la derecha que me llevo a una cabaña guapa. Deje el coche me quite la camiseta me puse la saca a cuestas y me encamine pista abajo hasta un prado con vacas y pastor moderno. Cruce el prado me metí en un bosquecillo bucolicón y alcancé el arroyo que se sume en la bocaza de Cueva Jonda. Allí mismo en una zona umbría, seca, fresca y limpia me preparé. El arroyo enseguida, girando hacia el norte, se encajonó en una galería de dos de anchura por cuatro o más de altura y en un minuto mirando al arroyo localice en el agua una simpática anguila de palmo y medio. La saludé de parte de todos pero no me respondió. Luego llegué a una zona en que el arroyo se sumía y continué por arena; dejé la saca en una galería culo de saco a mi izquierda y continué con lo básico. Tras gatear un ratito entré en una sala en la que se oía agua de nuevo. No era el mismo río sino un afluente del de la entrada. Lo seguí aguas arriba por una galería limpia, aseada y encantadora hasta unas salas y seguí más arriba aún hasta un sifón con hilo guía del que el afluente surge limpio y transparente...arriba una chimenea y galerías superiores que no visité por el batacazo en el destrepe posterior. De vuelta a la sala me metí por unos gours que daban al río aguas abajo y entré en una galería alta y estrecha (1X5 o más según zonas) el arroyo a veces se hacía profundo y pasando de cuidados me metí en el agua fresca. Tampoco era para tanto. Así avanzando con comodidad me encontré una nueva anguila de palmo y medio hermana de la primera. Le di recuerdos pero no me hablo. Al cabo de un rato me encontré con un ancho afluente a mi derecha que deje para visitar a la vuelta y continué por la galería principal. Poco a poco fui cueva adentro, pase un desprendimiento con trepada y destrepe y seguí un buen rato más. Percibía un soplo definido aguas abajo. Entré en una zona en que había que gatear y agacharse en progresión geométrica y en las arenas había tallos de plantas con poco futuro. Y entonces me pareció que mejor me volvía. No tenía ganas de arrastradas. Ya de vuelta me metí por el afluente de la derecha que resulto ser la parte más grande de la cueva (de hecho muy grande) con un par de salas. Al final un gran desprendimiento y una zona fósil con arcilla húmeda y arenas secas, cómoda para sentarse y descansar. Un cartel de tizne indicaba que el sitio había sido bautizado como La Taberna. Por allí anduve enredando un poco en gateras y salitas y cuando vi lo que había que ver me marche a buen paso hacia la salida. No tardé mucho en alcanzar mi saca, la entrada (que es el mismo sitio que la salida pero mirado con otra mirada), el prado y la cabaña donde me comí una manzana de primer plato y queso de cabra con pan de segundo. Los caballos resoplaban alrededor bajo las sombras.
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