1.
El viernes por la noche no lo teníamos nada claro, pero la opción más obvia era ir a la cueva de La Hoyuca. La gran nevada de los días anteriores hacía que algunos abrigaran esperanzas de hermosas caminatas con raquetas o con esquíes. El mal tiempo desanimaba a muchos y otros permanecían tercamente ocultos e impermeables a cualquier intento de comunicación con ellos. Me marché al cine con Marisa y, para mi suerte, entramos a ver una de las mejores películas de los últimos meses: La vida de los otros. Eran casi las diez de la mañana del sábado cuando volví a contactar con Manu. Quedamos en Solares para ir, como era previsible, a la cueva de La Hoyuca con tres o cuatro amigos suyos. Finalmente aparecieron Chusa y Víctor en un Ford Fiesta negro; los demás se habían desinflado. El Ford vino detrás de la furgoneta Expres de Manu, verde manzana por fuera y roja por dentro, rodando bajo la lluvia los diez kilómetros que nos separaban del barrio de La Iglesia de Riaño. De vez en cuando el entusiasmo de conducir un bólido invadía a Manu.
2.
Preste cascos con instalación de leds a Chusa y Víctor. Dan menos problemas que un carburero en el poco familiar ambiente cavernario. Los preparativos, cortos y desagradables por la lluvia y el barro, se acabaron de forma abrupta cuando comenzamos a caminar rápido bajo los paraguas. Bajo éstos, y en menos de dos minutos, pudimos alcanzar la boca de La Hoyuca atravesando un prado rezumante en el que las botas emitían ruidos chistosos. Había abundancia de goteras y de escorrentías en las gateras de entrada y esto nos obligo a hacer movimientos más complicados de lo usual tratando de evitar el agua. Hacía dos años que Víctor había hecho un cursillo de espeleo pero Chusa nunca había entrado en una cueva. Se movió como una anguila en las primeras dificultades como si andar por estrecheces fuera algo corriente para ella. Al principio no le preste mucha atención al detalle pero según iban pasando el tiempo me iba haciendo consciente de la agilidad de la chica.
Los nuevos andaban sorprendidos y no economizaron a la hora de expresar su entusiasmo. La red de entrada, básicamente fósil, tenia arroyuelos y algunos chorros procedentes del techo fáciles de evitar. Alcanzamos una amplia galería con suelo arenoso por una estrecha fisura que desemboca en una ventana. Los zigzags de esta galería sorprenden por la pauta que repiten ZZZZ. Siempre 45º aproximadamente. Cada tramo recto es algo más largo que el anterior y más amplio. La galería se convierte en un túnel de unos cuatro metros de anchura por siete de altura con una sección de pera muy marcada. Las galerías laterales desembocan casi siempre con una pendiente arenosa. En los primeros cruces del río me sorprendió no encontrar crecida alguna. Muy al contrario, el arroyo estaba seco en algunos puntos. El comienzo del Primer Río estaba parecido a un día corriente de primavera. Para lo que había caído y estaba lloviendo no era nada. Sin embargo Víctor tuvo que pasar a cuchos a Chusa, quien no llevaba botas de goma, en varias zonas inundadas. De esta forma llegamos hasta las gateras que dan acceso al Sendero de los Gorilas. Aquí había que meterse de lleno en el agua y decidimos volver.
3.
Hasta la playa arenosa del Primer Río, donde se inicia Quadrophenia, tardamos apenas cinco minutos. De las cuatro galerías que arrancan de este punto ensayé todas hasta que recordé que a Quadrophenia se iba por la primera empezando por la derecha (la segunda lleva a un hermoso gour en el que estaba desaguando una abundante cascada). Por ésa arenosa galería llegamos a una amplia sala regada con chorros desde el techo. Saliendo hacia la derecha continúa una galería, creo que la única que sale de la sala, que bordea dos desfondamientos y alcanza un tercero, con río abajo. Éste se pasa por un puente terroso. Así se llega a otra sala, también con chorros de agua. De ésta sala puede tomarse una grieta escalable hasta una galería con abundantes formaciones. Hay ramificaciones abundantes y no resulta claro cual es la más importante. Visitamos lo más obvio. Había banderas, estalactitas, estalagmitas y coladas, algunas de un rojo sangre intenso, y coincidimos en que éste es un sitio magnífico para visitas tranquilas de espeleo. Nos entretuvimos bastante rato con las fotos. También mire una pequeña galería que no había sido explorada antes. A pesar de que Quadrophenia esta relativamente cerca de la entrada los exploradores ingleses del MUSS han descubierto en estos últimos años varias prolongaciones. Y esta zona puede dar sorpresas en cualquier momento. La pequeña galería me condujo a través de varios grupos de formaciones a un pocete sobre un curso de agua que pude escuchar pero no ver. Estuve tirando piedras un rato para interrogar al pozo. De vuelta me encontré al resto del grupo devorando las provisiones. Me tomé medio sándwich y unas galletas. En la sala tomamos la galería desfondada que sale del puente terroso hasta que llegamos a un salto en que se pierde el río al fondo. La cueva continúa por una amplia galería fósil que al cabo de un rato conduce a una encrucijada. Estuvimos mirando uno de los ramales hasta una chimenea ascendente que podría ser escalada con facilidad. Se vislumbraba una galería colgada. A partir de aquí decidimos volver.
Para la salida escogimos otra conexión de la galería arenosa con la red de entrada. Es sumamente divertida. Hay que bordear un pequeño embalsamiento de agua y seguir por una galería que se convierte en meandro ascendente y luego en gatera. A la salida de la gatera volvimos a tomar un estrecho meandro desfondado que destrepamos sin dificultades hasta una galería de techo bajo. Por toda esta zona sopla una fuerte corriente de aire. Chusa y Víctor estaban pasándoselo bien con la variedad de los pasos. Por fin, mediante una pequeña ventana, alcanzamos la salita que hay junto a la entrada de la cueva. Fuera no llovía pero hacía más frío que en la cueva. Al cabo de un rato estábamos en el Molino de Oscar tomando cervezas. Y preparando actividades para la primavera. Las zonas más remotas de La Hoyuca están por visitar. Armagedon...
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