27/6/10

Six Hundred Pesetas (27/6/2010)

I
Esta historia comienza hace tantos años que he olvidado como se inicio. Pero siempre he tenido claro que deseaba volver a Vallina para conocerla más a fondo. Una cueva que por sus dimensiones y dificultades puede constituir el centro de un modesto proyecto espeleológico. El conocimiento de cuevas tan grandes requiere un plan, a largo o medio plazo, que debe ir desarrollándose con tesón y constancia. El máximo exponente de este tipo de actividades lo estamos viviendo en la Red del Gándara. Es algo que surge de forma natural en cuando uno se interesa por un gran sistema espeleológico.
El sábado 17/6/2010 teníamos la intención de darnos un buen paseo por Vallina entrando por Nospotentra (la entrada clásica de Vallina no es adecuada pues requiere achicar una gatera inundada y bajar varios pozos que están sin instalar) Pero no pude encontrar la cueva. El paisaje había cambiado tanto que me resultaba irreconocible. Desde la última vez que estuve, hace ocho años, las praderas con arbustos que dominan la zona de entrada se han convertido en un bosque, y el pequeño bosque, que ya existía en sus alrededores, ahora es una jungla. A pesar de que Manu, yo y Marisa pasamos varias horas dando vueltas por la zona no encontramos el agujero. Para consolarnos visitamos la entrada clásica de Vallina. Comprobamos, como era de esperar por las recientes lluvias torrenciales, que la gatera estaba demasiado inundada. Por si acaso sonaba la flauta Manu se encaramó a una pequeña galería, ubicada sobre la gatera, que resulto impracticable a los pocos metros.
El lunes 19 por la tarde volví a la zona acompañado por mi amiga Eva y provisto de un GPS que había intentado calibrar con referencias de Google Earth. No sirvieron de nada las tres horas que me pase caminando, subiendo, bajando y hurgando aunque, como compensación, disfrutamos de una tarde magnífica. Cuando ya nos íbamos nos cruzamos con un paisano que me indico, mirando al vallecito,  una zona en la espesura donde el pensaba que andaba la cueva.
Dos días después, miércoles 21, me acerqué de nuevo un rato por Vallina. En esta ocasión no le preste ningún crédito a los cantos de sirena del GPS. Iba yo solo y me dedique, sencillamente, a atar cabos sueltos y a interpretar las indicaciones que me había dado el paisano dos días antes. De golpe me encontré en una zona que me resultaba familiar y percibí una corriente de aire frío. Acercándome a un pequeño talud observe unos agujeros mínimos por los que salía la corriente, pero estos no eran los que buscaba. Tuve que caminar unos metros más para encontrar la pequeña explanada entre bosque, dominada por una pared de unos cuatro metros de altura, en donde se ubica Nospotentra. Cree un waypoint con sus coordenadas UTM en el GPS.

II
     El domingo 27/6/2010 quedé con Manu, Marisa, Alex, Alicia y Carlos para realizar una visita turística a Vallina por Nospotentra.  Recogimos a Alex en el portal de su casa de El Astillero y nos reunimos con el resto de los compañeros en Solares. Alicia había traído su furgoneta con las dos filas de asientos al completo, así que pudimos desplazarnos todos juntos en un solo vehículo en plan ahorrativo como siempre deberíamos hacer. El GPS se había quedado en casa y no las tenía todas conmigo para encontrar de nuevo la entrada. Ni tampoco con no perdernos en la cueva, laberíntica a más no poder. De momento todo fue bien y, al poco, estábamos todos equipados y listos para entrar.
     Topografía en mano avanzamos hasta la zona de conexión con los pisos superiores. Justo donde aterriza el último pozo de la travesía Cueva Vallina>>>>Nospotentra hay una fisura muy característica que hay que seguir. La zona resulta  bastante complicada por la cantidad de galerías, de tamaño similar, que se ramifican por doquier. El Dragón está en una pequeña sala arenosa de esta zona. Se trata de una formación de cuatro metros de altura, que nos recuerda más una iguana erguida sobre sus patas delanteras que un dragón volador. De cualquier forma es un punto muy característico de la cavidad.
     Nuestro modesto objetivo era alcanzar una galería llamada por los ingleses “Six Hundred Pesetas”. Para ello debíamos seguir el camino usual hacia la zona remota de la cueva y desviarnos hacia el norte desde la “Avinguda de la Sorra”. En realidad solo tratábamos de reiniciar una antigua relación con la gran Cueva Vallina. Una relación aparcada durante ocho años pero, de alguna manera, siempre presente de forma sutil ocupando un lugar en la memoria, como alguien a quien estimas.
     Vallina es una cueva con un potencial importante. Desde hace años hay dos grupos implicados en las exploraciones, lo que hace que muchas galerías y pasajes tengan dos nombres, uno en catalán y otro en inglés. Las galerías del Sistema de la Vega están a menos de 300 metros de las de Vallina, cuyo desarrollo explorado supera los 30 km. El Río Rioja es el mismo que el de la Cueva del Molino de Bustablado. Las conexiones se están intentando realizar tanto por galerías aéreas como buceando sifones de gran longitud. Todo esto le da un atractivo especial a cualquier visita. Es una cueva que puede dar una sorpresa en cualquier momento. Y de alguna manera siempre fantaseas con aportar algo, quizás una clave, para resolver alguno de los misterios de la cavidad.


     Poco después de “El Meandro” se llega a una amplia galería llamada por lo ingleses “The Canyon” en donde un resalte que barre la galería nos corta el paso. Tuvimos que dar a Alex un cursillo práctico acelerado para que pasase el pequeño descenso -y ascenso por el otro lado- con los aparatos. Flanqueada por Manu y por mí consiguió pasar, con algo de paciencia, la dificultad. Sin duda tiene buena madera de espeleóloga. Otra cosa es que le queden ganas de volver a las cuevas, aunque, de momento, tengo optimismo ya que esta es la segunda vez que nos acompaña. Para el año que viene convendría que hiciese las prácticas del cursillo de espeleo.


     Paramos a comer en la Galería de la Sorra. Alicia ejerció de madre, rol que parece tener dificultades en abandonar, preparando un artístico bocadillo para Carlos.  Mientras comíamos, y luego en la sobremesa, hice algunas fotos del paisaje subterráneo. Fotos pintadas a linterna como me gusta hacer últimamente.  Luego continuamos sin hambre ya.

     La entrada a “Six Hundred Pesetas” es infernal. Una arrastrada por un laminador con amontonamientos irregulares de cantos rodados del tamaño de melones. Una pintada de tizne que mostraba “6oo”en el techo nos dio ánimos para proseguir. Pero no hay mal que no se acabe antes o después y este no duro mucho. La galería  se volvió cómoda y con el suelo plano por completo. En un giro de 90º hacia el W bordea por la derecha un pozo de unos 30m. Poco después el suelo se convierte en un continuo de gours con poca profundidad y sin agua pero que, obviamente, entran en actividad de vez en cuando. Algo más allá una gatera estrecha, pero visiblemente transitada, puso fin a nuestro avance.


     La vuelta a la superficie fue relajada y sin ninguna eventualidad salvo paradas cortas para hacer alguna foto. Manu practicó el oficio de guía durante un rato. Y a las cinco ya estábamos en la boca. Caían gotitas de lluvia esporádicas que se evaporaban no más tocar la tierra. Para celebrar el éxito de la incursión, siguiendo las sugerencias de Manu, nos fuimos a una tasca de Solares y nos empleamos a fondo bebiendo cerveza y tomando tapas.
Mientras me complacía escuchando a Alex hablar de su interés por la Astrofísica -cosa rara en una joven de hoy en día- el suave ambiente del local mecía nuestros sentidos algo embotados ya por la cerveza.



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