(28/5/2015)
Desgraciadamente ni Miguel, ni Nacho podían venir. Pero había que hacer algunos ajustes en la zona de exploración. Así que el jueves 28 de mayo por la mañana me acerqué, yo sólo, hasta el valle de Soba y dediqué unas horas a topografiar, desde una referencia adecuada, la chimenea del Patio incluídas sus galerías superiores, galerías que difícilmente volveremos a visitar.
Por el camino me pare a reponer algunas caperuzas de las balizaciones instaladas, pero esto me demoro apenas unos minutos. Pero enseguida estaba con la tarea específica de ese día, topografiar. En realidad fue un poco lioso tomar los datos en la chimenea sin ningún ayudante. Sin embargo me encontraba tranquilo y relajado. El silencio y la ausencia de seres humanos -durante periodos de tiempo razonables- reporta inmensos beneficios para la salud mental. Aquellos pasos agaterados con posiciones difíciles y casi inverosímiles me estimularon, aun más si cabe, la calma. En definitiva: pude acabar la topo sin mayores problemas que los derivados de la incomodidad de escribir colgado de una cuerda.
Más difícil fue la retirada de material de instalación para dejar sólo lo esencial. Sobre todo tuve que andarme con mucho ojo en algún destrepe por la chimenea. Esto lo hice para evitar dejar abandonadas algunas chapas y algunos mosquetones. Los rápeles en doble cuerda que me vi obligado a realizar tampoco se comportaron dócilmente en las recuperaciones de cuerda. Al utilizar cordinos el rozamiento hizo inevitable una recogida dificultosa. Pero al final todo quedo colocado como debía estar. Un desviador evito grandes roces y la parte más resbaladiza de la chimenea. El último resalte quedo desinstalado para evitar un acceso fácil a una zona frágil y sin balizar. Las próximas veces que se vaya será necesario montar el pasamanos de acceso. Pero esto es un coste pequeño si lo comparamos con el beneficio de preservar el paisaje subterráneo tal y como lo encontramos por primera vez los exploradores.
La salida y la vuelta en coche se produjeron sin contratiempos. Algo después del mediodía ya estaba en mi casa.
(14/6/2015)
En esta ocasión era domingo y fui con Nacho. Nos acercamos por Soba. No habíamos quedado temprano. Los objetivos eran modestos y la zona de trabajo no lejos de la superficie. La primera dificultad fue montar el dichoso pasamanos de acceso. Pero no quedaba otro remedio para alcanzar la zona de exploración. Tuve la sensación de jugar a la ruleta rusa al colgarme de la primera fijación, solo una, y hacer tracción de ella para alcanzar el segundo parabolt. En las siguientes fijaciones deje material recuperable. A partir de cierto punto estimé conveniente dejarlo todo en fijo con chapa bicromatada y maillot de acero.
Según iba subiendo me percaté de la incomodidad del ascenso y, sobre todo, de la del desviador. El paso de la ventana es más ancho después del trabajito que se hizo pero no se merece el adjetivo de cómodo. Más bien todo lo contrario: seguía -y seguirá- siendo un paso estrecho y desagradable. Pese a todo lo dicho, es justo confesar que si se consigue pasar al otro lado de la ventana uno se siente como Alicia al otro lado del espejo.
Nuestro primer trabajo consistió en balizar la galería hasta la zona de los caracoles en fase de fosilización. A renglón seguido nos encaminamos a la Galería del Patio y según íbamos avanzando balizábamos el delicado terreno. Finalmente se nos acabaron las varillas de fibra, tanto las de 33 como las de 20. Avanzamos un poco más tanteando el terreno y con mucho reparo de no equivocarnos en la elección del camino. Y llegamos a un resalte ascendente. Allí dejamos el avance de exploración. Seríamos consecuentes: explorar balizando.
De vuelta a la confluencia equipamos un pasamanos quitamiedos en una resbaladiza colada que da acceso a la Fractura. Nos proponíamos explorar esa galería. Con todo el cuidado que pudimos extraer de nosotros mismos atravesamos varias zonas delicadas y nos encaramamos al ramal derecho de la Fractura. Metí dos parabolts en el comienzo de la rampa resbalosa que desembocaba en una vasta sala con reverberación. Al caer verticalmente la rampa se me impuso el colocar un fraccionamiento en el lateral derecho y un poco más abajo tuve que colocar otro. Desde este último fraccionamiento sondeé el pozo con la cuerda que me quedaba temeroso de que no llegase al suelo. Pero enseguida pude ver la cuerda posada abajo en un lecho de bloques planos. Bajé despreocupadamente a pesar de un último roce.
Poco después se reunía conmigo Nacho. Treinta metros más hacia el oeste encontramos la confirmación de nuestra primera intuición. La sala era conocida por nosotros aunque, lógicamente, siempre habíamos accedido por otra ruta. Decidimos volver hacia la salida por la ruta tradicional de esta sala. Las instalaciones seguían en su sitio, pero más oxidadas. Las sospechosas habían aumentado su holgura. No hay necesidad de decir que en un futuro cercano esas instalaciones acabarán siendo sustituidas por otras que se colocaran sobre roca de mejor calidad aunque, globalmente hablando, necesitemos más metros de cuerda y mayor número de fijaciones.
Nuestra salida de la cueva se produjo relativamente pronto. De un tirón nos pusimos en Solares cruzando por el Puerto de Alisas. Mientras viajábamos tuvimos la suerte de escuchar la relajante música de Hanoi Masters. Y otra mucho más inquietante: el último CD de Björk. Nacho y yo acabamos metiéndonos en un bar de Solares, cerca del ferial de Orejo, delante de unas buenas cervezas. En cuanto salí del bar el ambiente, demasiado cálido y soleado para mi gusto por lo umbrío, me obligo a refugiarme rápidamente en mi casa-casa en donde encontré el frescor necesario.
(20/6/2015)
Una semana después Nacho y yo, esta vez era sábado, decidimos volver a la exploración del Patio. Nos acordábamos del último fallo: no llevar suficientes varillas. Pero en esta ocasión me había ocupado de pasar por Maliaño, para hacer acopio de ese producto imprescindible en caso de que el deseo del espeleólogo sea balizar. Esta vez no íbamos a pararnos por esa razón.
Las últimas visitas a La Gándara habían arrojado una diferencia de tiempos relativamente pequeña, pero significativa, entre ir por Ramales o ir por Alisas. Así que, a pesar de la mayor abundancia de curvas, optamos por Alisas. Durante todo el viaje de ida, y también el de vuelta, nos acompaño la música de Saint Germain. Como decía Nacho, música para intimar en un pub.
Después de los últimos trabajos el acercamiento a la zona de exploración fue sobre ruedas. Tenía algunas dudas acerca de cómo enfocar el día. Me preocupaba rematar la instalación en la Fractura para recoger el preciado material de exploración -mosquetones, chapas de aluminio- limitando su gasto a lo estrictamente necesario. Con esta idea en mente nos decantamos por ir a la Fractura en primer lugar. Allí nos dedicamos con ahínco a balizar una zona de tránsito obligado con el suelo muy frágil. Entre otras cosas abundan los esqueletos de pequeños mamíferos, algunos de ellos muy bien conservados. Me costo bastante decidir por donde debíamos pisar, pues todo el suelo está barnizado de una pátina de colada que lo hace muy especial. Lo bueno sería desarrollar un sistema en el que pudiéramos pasar sin pisar los suelos. Sin duda el futuro nos dará muchas sorpresas. ¿Quién iba a pensar hace diez años que casi todos los espeleólogos usaríamos luces eléctricas de leds como las que tenemos hoy en día? Bueno a decir verdad creo que yo si lo pensé cuando descubrí en internet en maravilloso frontal de Stenlight.
Cuando terminamos de balizar ese tramo ocurrió que las ganas de reestructurar la instalación de la Fractura habían sido sustituidas por el ansia de seguir explorando en la Galería del Patio. Así lo hicimos inmediatamente, nos trasladamos a ese sector y continuamos colocando varillas según íbamos avanzando por la galería. Pronto alcanzamos un resalte, que ya habíamos avistado en la visita anterior, colonizado uniformemente por corales. A pesar de ser algo incómodo en su comienzo el resalte no presenta ninguna dificultad, salvo la de tener mucho cuidado para pisar en los mejores sitios y, sobre todo, pisar donde pisa, y pisará, todo el mundo. Mundo que, de momento, solo consiste en Nacho y yo. Justo arriba seguían los delicados suelos, cargados de gours someros con cristalitos, con bellos surcos de circulación y, también, la profusión de corales por las paredes.
Una curiosa estructura local, un arco sobre un gour, daba acceso a un recodo. Decidí salirme del cauce mediante una trepada mínima e instalar el camino por la izquierda. Tras ese paso nuestras dudas y decisiones se acabaron abruptamente. La galería se desfondaba por todas partes convirtiendo su tránsito en imposible sin el uso de cuerdas. Tanto si deseábamos bajar los desfondes, que parecían converger en un nivel inferior, como si optábamos por continuar al nivel que nos encontrábamos necesitábamos bastante cuerda. Después de elucubrar un tiempo limitado sobre las posibilidades de continuación, y de mirar el paisaje con el haz de luz de más alcance, dimos por concluido el trabajo en ese sector, al menos en esa jornada. No teníamos cuerdas para seguir ahí.
De vuelta en la fractura no nos entretuvimos con ninguna distracción añadida: fuimos directos a la sala, comimos allí y de subida dejamos la instalación apropiada para hacer un pequeña travesía. Así pues, se quedo una cuerda en la rampa, como acceso a la cabecera de un rappel para doble cuerda. La salida la realizamos por la chimenea del Patio sin mayores contratiempos. El calor y la radiación eran especialmente duros esa tarde. De vuelta, por el Valle del Asón, nos paramos en el Bar Coventosa. La familia que lo regenta disfrutaba de su propia mesa, eran más de la cinco, pero nos sirvieron amablemente unas bebidas frescas en la barra. Los líquidos nos ayudaron a aclararnos un poco. Nuestros pensamientos y reflexiones giraban alrededor de la exploración, ¿cómo iba a ser de otra manera? De nuevo alboreaba en nuestras cabecitas la sensación de que se abrían interesantes perspectivas en el Patio…
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