El sábado pasado tenía en mente ir a una cueva durante media jornada y hacer unas fotos. Envié un whatsapp al chat del club a ver si se pasaba alguien por el local. Contacté con un amigo del grupo CCES para ver que hacían. Proyectaban una larga jornada de exploración en Udías. No era algo a lo que pudiera agregarme en esa fecha en particular (aparte de mi falta de motivación por Udías). De todas formas Marisa pensaba venirse a hacer espeleo siempre y cuando estuviésemos en casa para la hora de la comida (hora de la comida española: alrededor de las dos y media). Así que a las nueve preparé las maletas de los flashes y de la cámara, cogí los trípodes y lo repartí entre dos sacas. Poco después partíamos hacia La Hoyuca.
Se notaban ciertos avances en las obras de la carretera Hoznayo-Riaño. Los cráteres que la poblaban los meses anteriores habían sido igualados y el firme se encontraba, allanado y apisonado, a punto para asfaltar. De hecho había varios tramos recién asfaltados. No me cupo la menor duda de que los paisanos estarían muy agradecidos por la finalización de ese purgatorio. Poco después aparcábamos en la curvita al final del pequeño polje de La Hoyuca.
La red de entrada se reduce a tres dificultades: la entrada en sí, algo incómoda por los goteos y el barrillo, el pasaje bajo que acompaña un arroyuelo y la fisura que desemboca en las cómodas galerías zigzagueantes. Marisa estrenaba mono, en realidad era el que ella me había regalado, y botas, unas Aigle de caña alta. El trayecto hasta las galerías zigzagueantes fue entretenido. Según Marisa ella sería incapaz de orientarse para salir de allí…
La primera foto iba a ser en la confluencia de la ruta normal con la ruta del meandrito. Un conjunto de grandes galerías se reúnen en ese punto formando un paisaje subterráneo interesante. Dispuse el trípode, la cámara el disparador, fuimos ubicando los flashes, y realizamos varias pruebas. Hubo que reajustar algunos flashes, verificar el estado de las pilas en otros y reubicar uno de ellos. Entre que se hizo todo esto y se recogió el total desparrame de cacharritos transcurrió una hora. Unos doscientos metros más allá se llega a la encrucijada entre la ruta normal y la ruta de la iglesia. Nos entretuvimos unos minutos echando un vistazo a ésta última hasta el punto en donde dan comienzo los arrastraderos.
De vuelta a las galerías zigzagueantes dispuse tomar una foto que recogiese las dimensiones y geometría de la amplia galería. Como antes coloqué el trípode, la cámara, los cacharritos y los flashes. De nuevo tuve que ubicar los flashes, esta vez distribuidos en línea a distancias iguales a lo largo de la galería. Un problema fue que, a la vez, estuvieran ocultos e iluminaran uniformemente el contorno. De cualquier forma hice bastantes pruebas de las cuales esperaba sacar alguna resultado decente. Reubique uno de los flashes y cambié las pilas a otro. Desde que nos paramos a hacer la foto hasta que de nuevo estuvo todo listo para moverse transcurrió una hora por lo menos.
La caminata de salida no nos llevo nada de tiempo y se agradeció el suave ejercicio hasta la salida. El prado seguía igual de encharcado que unas horas antes. Considero un placer ir en el coche escuchando música de Pedro Guerra y contemplar el verde paisaje de Cantabria, pero el mayor placer fue ver en la pantalla los resultados de la jornada de trabajo y empezar su revelado con Camara Row…
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