La cuestión era encontrar una cueva fácil, cómoda y
con una colada limpia, plana y amplia para posar
a una bailarina en pose de baile… El sábado 18 me acerqué a Val de Asón
para visitar la Cueva del Escalón. En la búsqueda visité una cuevecita, junto
al camino a Socueva, con mucho encanto. Las dos
entradas le daban una luz especial pero no era la cueva que buscaba. Me costo
un poco más encontrar El Escalón aunque estaba, más o menos, por donde
recordaba. Una senda bien marcada me quito todas las dudas acerca de por dónde seguir.
La detallista visita hasta la zona
inundada ofreció cuatro localizaciones bastante interesantes para realizar
fotos, pero solo una de ellas tenía el suelo suficientemente limpio y plano
para posar a una bailarina, con sus nítidas
zapatillas, en una buena foto. Aunque el lugar era limpio no tenía suficiente superficie
plana como para poder evolucionar o, mejor dicho, dar una sensación de
“movimiento”. Aunque yo no estaba
del todo convencido concluí que era una posibilidad interesante.
A la vuelta me pasee por el área más
cercana a la entrada de Coventosa pensando en lo
mismo. No me gusto esa zona para posar
a una bailarina pero sí me intereso una localización próxima a la que usamos en
otra ocasión anterior. Era fácil y cómoda para llevar a personas ajenas al
mundo subterráneo. Como, por ejemplo, a niños.
En el entreacto conseguí organizar una
sesión fotográfica con Eduardo y la familia. Al día siguiente -domingo- nos
fuimos todos de excursión: Marisa, Eduardo, Irene, Iris, Abril, Eugenia, Pedro
y Maite. Me llevé una mecedora y el equipo fotográfico. Uno de los objetivos
era realizar una fotografía con la familia de Eduardo en la localización de Coventosa que había visto el sábado.
Nos reunimos en Solares con Eugenia,
Pedro y Maite. Continuamos a Val de Asón en tres
coches. Era una mañana primaveral que invitaba a pasear por el bucólico sendero
que conduce desde la aldea a la boca de Coventosa. Lo
único que ponía una nota discordante en este idílico marco era el transporte de la
mecedora. Lo que se dice pesar no pesaba casi nada, pero dio muchos problemas
de transporte. No había forma de colocarla sobre la mochila que no produjese
incomodidad en el transportista...
Sea como fuere pocos minutos después de
salir de los coches, desde el abarrotado aparcamiento, estábamos en la boca de Coventosa. Hubo que extremar las precauciones. El suelo es
resbaladizo por lo pulido y húmedo que siempre está. Eugenia, Maite y Marisa se
disputaron la mano de Iris para cuidarla. Sin embargo la niña se movía con gran
seguridad si se la dejaba un poco de libertad. En realidad ese afán maternal-protector
tiene su origen, en la mayoría de los casos, en la propia inseguridad del que
desea dar protección. En el corto tramo de cueva que recorrimos nos cruzamos
con un numeroso grupo que estaba visitando la cavidad y con otro grupo, aún más
grande, que daba un cursillo. Pero el rincón de la foto estaba tranquilo.
Después de determinar el encuadre y la
posición traté de despejar un poco la zona. Realmente era difícil preparar una
foto con tantas personas alrededor pensando en tantas otras cosas. Ninguno de
ellos había estado antes en una sesión así y no sabían que hacer. Hubo un
momento en que me desesperé un poco. Pero la sesión se fue resolviendo bien. El
paisaje era amplio, así que opté por iluminar bien la parte central, cercana al
grupo familiar, e iluminar de forma independiente, con otra toma, el paisaje
que les envolvía. Después de preparar los flashes y comprobar que disparaban
bien todo fue muy rápido. Hice unas cuantas tomas con distintas posiciones de
la familia para poder escoger, con más posibilidades, una buena. Luego, cuando
estaba terminando la primera fase, llegó el grupo del cursillo y tuve que
interrumpir las tomas centrales y seguir con las tomas del entorno. Por suerte
estas no interferían en manera alguna con el grupo de cursillistas que ocupaba
ahora la parte central de la escena.
Después de eso salimos de la cavidad sin
más dilaciones y volvimos a los coches. Era la hora de comer. Optamos, después
de un corte debate, por ir a comer al bar Coventosa.
No más fue llegar y darse cuenta de que era imposible. El puente de San José
había abarrotado el parking y los restaurantes. Impensable quedarse. Decidimos
intentarlo en Bustablado y si no lo conseguíamos allí
irnos a casa.
Había también mucha gente en Bustablado. El restaurante Marcos y la Taberna estaban
colapsados pero, algo más arriba, Eugenia y Maite encontraron en el bar La
Encina un buen lugar para comer. Fue una suerte que los otros dos estuviesen
llenos porque ese bar, intentando hacerse un lugar entre los bien conocidos,
ofrece buena comida, amabilidad y buen precio.
El ambiente estaba bastante frío y
volver a casa, encender la chimenea y la calefacción y arrebujarse
tranquilamente fue lo mejor del día. Por delante quedaba el duro trabajo de
editar las fotos…
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