23/11/25

Relato de una Iniciación

 
 
Fotos: Guillermo y Antonio  
Texto: Pablo Rey



    Las primeras veces a veces marcan un antes y un después. Para quienes están acostumbrados a la espeleología quizás no sea para tanto una cueva más. Para los que no nos hemos metido nunca por un agujero y reptado hasta llegar a espacios caminables e increíbles resulta una experiencia única. Allí dentro hay una red de túneles y galerías que viven en la más absoluta calma y oscuridad. Al entrar e iluminar estos espacios con nuestros frontales, los creamos, como la mirada crea al paisaje (algo que no había terminado nunca de comprender, porque el pasiaje "estaba ahí" antes). En el caso de las cuevas y grutas, el humano pone la luz a ese lugar que vive en la tranquilidad por miles de años.

    La invitación me llegó el sábado por la tarde en mitad de un cumpleaños. Lo habíamos hablado hacía meses, pero no concretamos fecha. Hacía años que intentábamos encontrar el día adecuado. Para confirmar que podía ir tenía primero que ver cómo era la logística familiar del domingo. Una vez aclarado que tenía vía libre, ojeeé el maravilloso plano de los espeleólogos ingleses la noche anterior en el móvil. Demasiado grande para la pequeña pantalla. Un plano, el de la cueva Vallina, que está en constante evolución: todavía hoy siguen descubriendo nuevas grutas y pasadizos, y dibujándolos. Van por los 37 km y subiendo. Pero el plano es sólo una representación, detallada y precisa, por cierto, de lo que han podido dibujar. Una cartografía sin GPS de por medio, porque allí los satélites de poco sirve. El mapa da una idea de su vastedad, pero no de los diferentes espacios que hay allí dentro, al menos no para un lector no iniciado como yo. Algunas grutas anchas en el plano, que parecen caminos cómodos, casi autopistas, pueden ser gateras o "laminadores", que te obligan a reptar para llegar al otro lado.



   Teníamos al entrar un objetivo vago, llegar a la galería de las "600 pesetas", al final de uno de los planos sábana que llevábamos. Pero eso lo iríamos viendo. Paso a paso, gruta a gruta. A veces desfiladeros para pasar de lado, otras gateras con charco, cuevas enormes que el frontal no alcanzaba a iluminar del todo, fosos de invisible final. Parece que esta cueva era un buen muestrario de muchas de las posibilidades de una que no necesita cuerdas.
   Cuando me tocó atravesar uno de esos laminadores infernales, cerca de nuestro objetivo, me preguntaba ¿qué hago yo aquí? Solamente quiero salir vivo para contarlo. Debía mantener la calma, porque el pánico de poca ayuda sirve en mitad de uno de esos pasos angostos. En mi cabeza estaba tranquilo, iba con dos expertos en estas lides. Uno de ellos conocía bien la cueva. Reflexionaba que lo que más me asustaba era que al otro lado de esa angostura no hubiera un espacio donde sentarse o ponerse de pie. No era tanto la incomodez de ese espacio chafado de menos de un metro de alto y varios metros de ancho, con estalagtitas y estalagmitas cortando el paso, con pedruscos que parecían soldados entre sí, sino un futuro (a un minuto o dos de distancia) que siguiera siendo igual de agobiante que ese presente laminado. Vamos, que lo que necesitaba era algo de esperanza en el porvernir cercano y por eso le preguntaba a Antonio, pensando que controlaba mis palabras "¿ahí ya te puedes sentar? ¿te puedes poner de pie?". Todo esto para llegar a la galerías de las "600 hundred pesetas", que no sabía de qué se trataba y que eran el objetivo de nuestra ruta.
Una vez superado el laminador, había una galería triangular y más allá una gruta de dimensiones muy cómodas en la que caminar sin problemas. A los lados barros "poligonales", esas formas que toma el barro cuando se seca y que nadie ha pisado en ¿cientos? ¿miles de años?, salvo algún cenutrio que ha querido dejar huella para la eternidad. Nosotros queríamos pasar de puntillas, casi volando, para sólo dejar huella en nuestros cerebros.

   Al final de la caverna, una serie de charcos separados por pequeñas franjas en una quietud total. Tienen un nombre técnico que no recuerdo. Un espacio basilical para los 3 que habíamos llegado hasta allí atravesando gateras, desfiladeros, fosos y pozos. Un espacio que no podíamos imaginar, oscuro e inerte en la soledad de miles de años sin que pase nadie por allí. Unos charcos en los que Guille me dijo que a veces se encuentrasn seres vivos. Blancos o semitransparentes que viven allí alimentándose de algún resto de materia orgánica. Nuestros frontales iluminaban este lugar que parecía concebido por y para los humanos, aunque fuera esto una ficción. Quedaba el largo camino de vuelta, desandando lo andado e intentando no perderse, porque no habíamos usado "catadrióticos" o pegatinas reflectantes para indicar el camino de salida.
    Había merecido la pena llegar hasta el fin del mundo, así se sentía uno allí, en esa especie de templo para humanos creado por no humanos, para disfrutar unos minutos de ese espacio. El fin de ese ramal del camino de entre todos los posibles. A la vuelta debatíamos si merecía la pena difundir con fotos y vídeos ese espacio mágico (no el más grande, ni mucho menos) de la cueva. Especial por la dificultad de acceder, por sentir que quizás nunca más volvería a verlo con estos ojos. No sé si volveré, pero sigo pensando, dos días después, en esos espacios bajo tierra que siguen ahí aunque no estemos.


 

600 pesetas


 
Fotos: Guillermo y Antonio
Texto: Antonio
 
 
 
         No hubo oportunidad mejor que el domingo, día veintitrés de noviembre del dos mil veinticinco, para invitar a Pablo a la incursión espeleológica que habíamos organizado Guillermo y yo al sector Nospoentra del Sistema de Vallina. Pablo, sobrino mío que vive en Bilbao, había mostrado desde hacía muchos años su interés por visitar alguna cueva. Sin embargo, por unas razones u otras, no cuadraba la oportunidad. Casi siempre visitamos cuevas que -en mayor o menor medida- requieren el uso equipos de progresión en cuerdas. Y eso es así porque en realidad hay muy pocas cuevas que no necesiten el uso de cuerdas. Vallina es un gran sistema que también las requiere, pero para el amplísimo sector elegido, entrando por Nospoentra, no se necesitan. Guillermo había elegido esa actividad pensando en su hermano, aunque al final Blas no vino en esta ocasión. Pero el sábado me acordé de Pablo y de una conversación que mantuvimos sobre el tema de las cuevas hacía bien poco, en algún momento del verano pasado. Le invité y le cuadro.  

              Subo el puerto de Alisas bajo un manto gris -pero sin lluvia- para encontrarme a las diez con Pablo y Guillermo en la plaza de Arredondo. La conexión entre ambos es inmediata. Bilbao y su entorno urbano es mucho compartir, en el carácter de Guillermo hay tonos que, aunque sutiles, no pueden ocultar su aroma vizcaíno, aunque su auténtica patria sea Laredo. Pablo es lo que un vasco de ocho apellidos llamaría maketo, un inmigrante procedente de otra región que no habla vasco. Pero Bilbao atrae a muchos jóvenes. Y como toda ciudad grande hace que sus habitantes añoren muy a menudo "salir". 

 

 
 
          La pista que lleva a Vallina se toma a la derecha, poco después de pasar la desviación a Bustablado, subiendo hacia Alisas. Hay en la primera curva a la izquierda una amplia zona llana en la que caben cuatro coches sin problema. Al principio tengo muy claro hacia donde vamos, pero los cambios en la vegetación hacen que luego sea necesario usar el un indicador en el móvil para encontrar la boca. Han crecido las encinas y los arbustos mucho después de la última vez que estuve ahí, el veinticinco de mayo de 2012.

 

              A partir de la entrada de la cueva todo fue sobre ruedas. Pablo pudo verificar la gran utilidad de una topografía subterránea. Íbamos aclarando los puntos clave del recorrido, visualizándolos en la topo, como por ejemplo "El Dragón" o el comienzo de "Road to Nowhere". Me acordaba a grandes rasgos del itinerario, pero han transcurrido más de trece años desde la última vez que entré. En varios pasos encontramos instalaciones muy bien puestas que no existían en el 2012 y que simplificaban mucho el tránsito. Algunas cuerdas fijas, una tirolina y escalones de acero inoxidable fijados con resina epoxi.

 

 
 
                La cueva cambia por  completo de aspecto al llegar a "Road to the Glory", casi como si fuese una cueva diferente. Amplias galerías de andar cómodo y horizontes lejanos. En poco tiempo alcanzamos uno de los objetivos, los pozos de conexión con "Rio Rioja". Desde este punto volvimos sobre nuestros pasos y anduvimos por unas gateras pensando que conducían hacia "Six Hundred pesetas". Enseguida vimos que el rumbo era erróneo. Volviendo a "FN Junction" nos paramos a descansar y comer. Tenía seis empanadillas excelentes que nos repartimos a partes iguales.

 

              Tomando la galería correcta hacia "Six Hundred pesetas" avanzamos reptando penosamente sobre gordos guijarros soldados entre sí.  Con algo de paciencia pudimos ponernos de pie y caminar al otro lado del pasaje. Sin más problemas recorrimos la entretenida galería de las pesetas hasta su final. Aquí decidimos comenzar la vuelta al exterior. No se nos hizo ni demasiado larga ni demasiado pesada. Salimos a media tarde y sobre las cinco estábamos en los coches. El cielo seguía plomizo pero sin llover. Poco después fuimos al único bar de Arredondo que estaba abierto. A estas alturas de la evolución social y económica de nuestro país eso de  tomar unas bebidas con unos pinchos se ha convertido en un "objetivo difícil" en muchos pueblos pequeños. Pablo nos dejo claro que le había gustado la experiencia y no descartó volver a hacer espeleo. Los tres celebramos que fuese así.      

 




 

27/7/25

Melanterita


 
 
 
               No hubo oportunidad mejor que el domingo, día veintisiete de julio del dos mil veinticinco, para conocer personalmente a Conchi y sus amigos. Juan, de cerca de Antequera, Rosi, de Málaga, y Antonio, de Almería. El Hogar del Pensionista de Portman tiene un típico bar de pueblo con muchas cosas que comer y un trato cercano y amable. Allí les conocí personalmente, tomamos algo y charlamos de todo un poco.

              Desde hacia meses mi objetivo era visitar, conocer, los Mocos Verdes. Pero en el entreacto habían sido descubiertos, en otra mina, una Sala Verde y muchos más “mocos verdes”. Una de los centenares  -o miles?- de minas anónimas que existen en la Sierra Minera. Llamémosla, por usar algún nombre, la Mina Verde. Nos fuimos hacia allá en sólo dos coches, el de Conchi y el de Juan, una gran furgoneta.

              El sol de justicia aconsejaba con fuerza permanecer siempre a la sombra. Pero la marcha de aproximación hasta la pequeña, y casi oculta boca, no fue demasiado larga por suerte. Una rampa-pasillo bastante empinada nos llevo hasta una galería amplia pero incómoda y con muchos bloques en el suelo. Es obvio que los mineros no usaron esta entrada para transportar mineral al exterior, ni tampoco como acceso cómodo. Es posible que lo usaran para drenar el agua mediante tubos y bombas.  Al cabo de un rato fuimos a desembocar en una amplia sala, confluencia de varias galerías mineras. El agua que rezumaba, tal vez de un acuífero o de las filtraciones, se acumulaba en algunas zonas. Los minerales saturaban tanto estos laguillos que los cristales de minerales metálicos flotaban.

              Las sesiones fotográficas empezaron a dominar el desarrollo de la excursión subterránea. La estrella que posaba era principalmente Rosi y en mucha menor medida todos los demás también salían en las fotos. Lo que sí es cierto es que había tres fotógrafos… las cosas son así. Nuestro enrevesado camino camino estuvo jalonado por objetos mineros, puertas, tolvas, rampas, pasarelas, ventanas, bancos, herramientas, vagonetas, estacas de hierro y otras cosas similares cuyas utilidades eran bastante evidentes o bastante oscuras dependiendo del caso. Luego llegamos a unos mocos verdes sobre el suelo. Allí estuvimos mucho tiempo dándole al gatillo de las cámaras y los móviles. También había abundante epsomita por paredes, suelo y techo.

 

 
              El mineral que forma los mocos verdes, tanto estalactitas como estalagmitas, no es carbonato cálcico con impurezas que den color verde. Por el contrario, es melanterita. Se trata de un mineral secundario resultado de la oxidación de sulfuros de hierro (piritas), formándose, en condiciones específicas, por precipitación meteórica en disoluciones que empapan rocas ricas en sulfuros de hierro, especialmente en presencia de pizarras alumínicas y carbón. El resultado es un sulfato de hierro hidratado de colores verde intenso, verde pálido, amarillo y blanco y cuya fórmula es FeSO4·7H2O. Es inestable en condiciones atmosféricas normales, lo que quiere decir que si extraemos de los lugares dónde se encuentran los cristales de melanterita estos perderán sus colores y su lustre en poco tiempo y se descompondrán siguiendo reacciones inversas similares a las de formación (a menos que se reproduzcan las condiciones de existencia en una urna sellada). Es también destacable que su formación en minas y yacimientos es muy rápida, años o décadas.  

              Las dos horas siguientes nos las pasamos dando vueltas, volviendo a los mismos lugares una y otra vez buscando en el laberinto minero la salita verde que Conchi había descubierto hace poco. El problema consistía en que Antonio, Rosi y Conchi habían estado en esa sala y cada cual tenía recuerdos y perspectivas diferentes. Yo no tenía nada que aportar a esa búsqueda y Juan, el malagueño, tampoco, pero el hecho de que tres personas tuvieran recuerdos selectivos diferentes no ayudaba en nada. Con la confusión no había manera. Finalmente conseguimos calmar el torbellino, y quedarnos todos quietos. Entonces Conchi se fue, ella sola, a buscar o, mejor dicho, reproducir la ruta de sus recuerdos sin interferencias.  Al cabo de un buen rato volvió con la buena noticia de que la había encontrado. Con alegría fuimos todos hacia allá, pero, para simplificar la vuelta a nuestra segura posición actual, decidimos ir poniendo señales catadióptricas bien claras.

 

 
               La Sala Verde es pequeña y tiene muchas formaciones verdes, amarillas, negras, marrones principalmente de melanterita. En la salita se dan las condiciones ambientales para que se forme y persista. Estuvimos largo tiempo haciendo fotos, era compulsivo, tratábamos de captar la belleza del lugar. Finalmente llegamos al punto de saturación fotográfica y nos fuimos, visitando algunas zonas notables, hacia la salida de la mina sin percances ni confusiones. Tardamos mucho menos que en entrar.

               A las seis, más o menos, andábamos buscando un bar en Portman para tomar unas raciones. Era domingo por la tarde y todo estaba cerrado. Nos fuimos a La Unión, donde sí encontramos un bar abierto. Nos sentamos disfrutando de la sensación de haber visitado lugares tan increíbles como un sueño infantil. Y además de la comida y la bebida, tuvimos charla. Hablamos de temas tan divertidos como las mujeres en la espeleología, las relaciones entre hombres y mujeres que comparten aficiones deportivas o de naturaleza, la dinámica de las familias modernas, el estar solo, acompañado o absolutamente en soledad… y cosas similarmente jugosas y/o jocosas. Allí mismo nos despedimos esperando vernos en otras aventuras subterráneas. 


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13/7/25

Calleja Rebollo

 Fotos: Ant On Ío  &  Guillermo

Textos: Ant On Ío

 
                 Calleja Rebollo es un nombre rotundo, con fuertes raíces ancestrales en la zona, con una sonoridad magnífica, y, por supuesto, imposible de olvidar. Es un nombre feliz para una cueva hermosa: y eso mismo es lo que la hace tan atractiva. Organizarse para ir en grupo es siempre lo mismo, un auténtico tostón. Cada vez añoro más los tiempos de sólo el teléfono fijo. Opino, con cierto fundamento, que el progreso moderno, tal como lo conciben quienes toman decisiones en el mundo mundial, no es un verdadero progreso. Dejo de serlo, pero no sabría precisar cuanto tiempo llevamos a la deriva. El hecho es que el 13 de julio pudimos cuadrarlo todo para ir a la cueva.

                  Me uní con César y Mateo en Solares y unos minutos después con Guillermo en el Alto de Fuente las Varas. El tiempo estaba lloviznoso pero se mantenía sin lluvia. Incluso se vislumbraban claros. Al final de Matienzo, en el último rincón aparcamos el coche y cogimos una pista que se transformó en senda herbosa y luego en vaguada arbórea para acabar como revoltijo de zarzas, tojos, helechos y hierba gigante. Así se llega al Torcón. La instalación del pozo primero es bizarra: tronco caído, avellano endeble y parabolt de 8mm roñoso para terminar por una corta estrechez, siempre a expensas de que los bloques y el barro de la rampa no lo vuelvan a taponar (mejor que no sea mientras estás dentro de la cavidad...). Cosa que ha sucedido varias veces y que han resuelto con decisión desobstructiva el equipo de espeleólogos ingleses que explora en Matienzo (una parte del grupo vive en el polje y le gusta ese tipo de tareas).

                  Las galerías de la zona de entrada de Calleja Rebollo son amplias y hermosonas. Luego se sube un pocete de siete metros, apareciendo enseguida grupos compactos de formaciones gravitatorias y una serie de pequeños desfondes. Por una pequeña galería secundaria se alcanza un pozo lleno de grandes puentes de roca que se desciende con facilidad. Abajo tomamos una rampa ascendente para alcanzar una ventana sobre NE Chamber. Traíamos material para dejar una buena y segura instalación en el corto pozo de diez metros a la sala. Lo primero que hicimos, antes de comenzar su visita detallada, fue almorzar. En la sobremesa Guillermo le echó un vistazo a una atractiva galería, a un par de metros de donde estábamos. Resultó ser una alternativa perfecta al último pozo ya que eliminaba el uso de ese tramo de cuerda.

 

 
 

 
               Fuimos visitando toda la sala, con sus capillas y ramificaciones, de forma detallada y girando en sentido antihorario por su borde. Formaciones de todo tipo, incluyendo algunas excéntricas, se van sucediendo al caminar. Es necesario ir con precauciones en algunos sitios, cerca del borde de la sala. Capillas, diaclasas, grietas, laminadores, gours, coladas y volcanes. De todo ello hicimos algunas fotos.

                  Mateo se movió por las cuerdas supervisado, pero su técnica resultó ser muy buena, sólo le hace falta un poco de práctica para subir mejor que los veteranos. De todas formas el pozo de los puentes de roca se hace pesado por la falta de espacio para moverse, cómodamente con la saca, en algunos puntos. El resto de la cavidad -hasta el pozo de salida- la recorrimos sin nada destacable. La estrechez de dicho pozo la gestionamos con las sacas colgando y ayudadas un poco desde abajo. El tramo estrecho es corto. La rampa estaba embarrada por la lluvia y los patinazos eran casi inevitables. Afuera llovía chirimiri y toda la vegetación estaba empapada. Pudimos seguir seguir sin problemas la trocha que habíamos marcado en la maleza al pasar por la mañana y llegar al coche sin contratiempos salvo la mojadura y el sudor tropical.

                  En total habíamos pasado unas ocho horas para toda la actividad y casi siete horas en la cueva. No cabe duda de que merece la pena el Calleja Rebollo. Para celebrar la excursión paramos en Casa Germán a tomar algo. Seguramente volveremos por Matienzo dentro de poco, hay demasiada espeleo esperándonos...       

 

 
 

 
 

 

 

 

22/6/25

Torca Decepción

 Fotos: Guillermo

Texto: Ant On Ío

                  Hace poco nos dimos cuenta de que en estos últimos años el corazón del Sistema de los Cuatro Valles ha pasado de ser una zona muy complicada de alcanzar a estar al alcance de la mano de una jornada espeleológica con tan solo algunos incómodos pasos. Con "el corazón" me refiero a las salas llamadas Armageddon y Rocky Horror (en inglés el original). Esos nombres reflejan bien el terrible carácter de esas enormes salas, llenas de bloques barrosos y deslizantes de tamaños variados pero en general enormes como una casa. Para llegar a Armageddon era necesario pasar una larga zona acuática que comienza algo más allá del Astradome. Para llegar a Rocky Horror había que atravesar Armageddon. Por el Carcavuezo también hay una ruta algo complicada hasta Rocky Horror. Las dos entradas de Torca Decepción eran conocidas desde hace más de una década, al menos una de ellas (site 0252). Pero el hecho es que el lanzamiento de las exploraciones ha sido tras la desobstrucción hace unos tres años del site 4732 y del acceso a los pozos Slam. La conexión con Armageddon y Shrimp Bone Inlet se produjo poco después quedando así abierta la posibilidad, con algo de ganas, de visitar "el corazón".

                  En las últimos meses buscábamos un objetivo motivante para las salidas de espeleo que no requiriese grandes movidas y fuese apto para equipos de dos o tres espeleos. Y tanto a Guillermo como a mí, que tenemos una fijación con el Sistema de los Cuatro Valles desde hace más de veinte años, nos llamó la atención la nueva Torca Decepción (nueva para nosotros claro) al mirar la web de Matienzo Caves. Hace un par de semanas pensamos ir pero las circunstancias no cuadraron. El domingo 22 de junio, día gris pero sin lluvia, pudimos quedar en Fuente Las Varas. Bajamos, con un sólo coche ya, hasta donde se toma la pista de acceso, junto a una casa, El paisano nos dejo aparcar y nos dio algunas recomendaciones como, por ejemplo, que no tocásemos los pastores eléctricos pues estaban activados.


    
            La pista de acceso al principio era buena pero luego se transformó en lo que corresponde tras grandes lluvias de vez en cuando, calor y ganado nulo: dentro de poco será selva tropical. Sencillamente, no podremos ir a ningún lado, salvo que nos convirtamos en jabalíes. Al final la cosa no era evidente y aunque  Guillermo insistía en seguir las indicaciones del GPS yo no me fiaba del aparato. Me quite la pesada saca y me senté en el prado escuchando los pájaros y el viento mientras Guillermo salía y entraba de la espesura cargado con la saca y dando voces. Finalmente, siguiendo la intuición, nos metimos por un sendero muy hoyado por las vacas hacia una pequeña depresión. El GPS daba diez metros pero mirando no encontramos nada. Mientras yo volvía al prado a sentarme Guillermo miro más en un rincón bajo un árbol y allí estaba la 0252. Según el GPS había 30 metros a la 4732. Un especie de senda por encima de unas rocas nos puso delante del agujero.

                  Las galerías de entrada son como una casa de hobbits, coqueta, plana, con bloques apiladitos de forma artística, todo muy guapo, pero los techos algo bajos. Enseguida se llega a la cabecera del Pozo Small Slam. Estrecho e incómodo con muchas fijaciones pero algo confusa la instalación. Con tranquilidad fui instalando, el pozo de 27 muy bonito y finalmente un resalte de cuatro metros. Luego se sigue por un meandro con rocas muy cortantes hasta una salita con un gran charco a la izquierda. Allí empieza el Super Duck. Un cartel con un pato guasón nos da la bienvenida. 


 
 

 
 
 

              Después de mirar el paso un poco, y recordando que daban lluvias para por la tarde decidimos no instalar el segundo pozo, no ir con las sacas, sólo hacer una visita rápida de reconocimiento y volver. El Super Duck no es un laminador-gatera demasiado difícil, mayormente es fácil, pero es largo, con varias etapas y además no puedes evitar mojarte. Si entra en carga puedes tener problemas para salir. En el trayecto hay grandes ensanches, pequeñas desviaciones y chimeneas que van hacia no se sabe donde. Finalmente se baja un resalte y aparece la alargada grieta en que forma el pozo en una salita.

                  De vuelta al comienzo del laminador nos volvimos a poner el equipo vertical y comenzamos el ascenso. Subió primero Guillermo (con la saca de la segunda cuerda) y luego yo desinstalando. La parte final, estrecha, se nos hizo algo penosa. Pero con paciencia y movimientos calculados se sube.

                  El ambiente en el exterior era caluroso y muy húmedo, había llovido algo. Vestidos de personas nos acercamos al bar de Germán por ver si nos daban de comer. Tuvimos suerte y no pusieron ninguna pega. Los menús domingueros de casa Germán se han convertido en algo tremendo, casi reviento. Arriba en Fuente las Varas la niebla era cerrada. Mientras conducía iba pensando en acumular ganas para volver a la Torca Decepción y visitar esos lugares tan míticos....         

 

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11/5/25

Dog & Tiger

Fotos: Guillermo

Texto: Ant on Ío

Topo: Matienzo Caves web

 

                             Hicimos una quedada súbita el viernes por la noche y para el sábado éramos seis. Guillermo quería visitar el Sistema de la Vega pero pensando en el lago lleno de agua optamos por las Dog Series y Vampire Gallery en La Hoyuca. Me reuní con Roberto & Adrián y Luis & Elena en el Lupa de Hoznayo y ya todos nos juntamos en la iglesia de Riaño (comenzada a construir en el siglo XV). El día, en contra de las previsiones, estaba espléndido. 

 

                  En cinco minutos estábamos cruzando el prado que lleva a la boca. Estaba encharcado por las lluvias recientes pero no demasiado. Roberto intento un par de veces pasar la estrechez que da acceso a las amplias galerías desde la red de entrada pero no pudo por su anchura torácica. Por suerte existen otras rutas aunque no sean tampoco lo que llamaríamos "cómodas". Escogimos una en que había varios resaltes, uno de los cuales necesito un paso sobre los hombros de Guillermo. Así conseguimos reunirnos todos al otro lado de la estrechez. Continuamos nuestro camino sin prisas por las hermosas galerías de Quadraphenia hasta Pigs Trotter Chamber (Sala de las pezuñas de cerdo). Allí hicimos una paradita para contemplar las formas geológicas.

 

 
                  De camino a Flashbull Hall nos tomamos un tiempito para subir por una grieta arenosa a un piso superior decorado con banderas translúcidas muy hermosas. Continuamos sin pausa más allá de la sala hacia un desfonde que se pasa por la derecha con la ayuda de un pasamanos. Con una corta trepada alcanzamos la zona de Vampire Gallery, zona que recorrimos hasta su final, donde una corta trepada permite subir a un piso superior, con excaso recorrido, en la que se atraviesa una zona de raíces colgantes muy llamativa. Paramos a comer y beber en una zona seca de Vampire Gallery aunque allí no vimos vampiros ni murciélagos por mucho que miramos en todos los rincones. 
 

 
                  De vuelta al pasamanos cruzamos un puente sobre el desfonde en el convendría poner una cuerda de seguro. Un poco más allá se alcanza una trepada en la pared de la derecha por la que se accede a Dog Series. Esta zona, muy bien decorada, nos gusto más que ninguna otra de la visita. Estuvimos dando vueltas para ser exhaustivos. Encontrar Manhattan nos costó un poco. Tras dar deambular algo más, y descartar varios pasajes, subimos una trepada y dando un quiebro desembocamos en una salita con el esqueleto de un pequeño cánido en el suelo (Dog Series). A mí me pareció que podría ser un zorro tanto como un perrito. Y no me cuadra la presencia de un perrito hace miles de años en ese lugar. Siguiendo adelante por la galería pudimos ver zonas sin huellas (el agua las había borrado del suelo). Nos hizo mucha ilusión eso de parecer exploradores por un minuto. Y la formación más llamativa del día The Tiger. Se trata de una estalagmita baja y ancha, una especie de colada cónica, dividida en sectores circulares amarillos y naranjas que se alternan. Fue un bonito regalo final. Eran las tres de la tarde y un poco más allá comenzamos la vuelta.

 
                  Hicimos un amago de salir por la, así llamada, entrada de la iglesia para evitar la estrechez, pero fiel a su fama estaba llena de barro, con pocillos llenos de agua, formando un lodazal. Optamos por la salida de la estrechez, salvo Roberto y Guillermo. Provistos de una cuerda pudieron bajar el resalte barroso del camino alternativo. Lo mejor sería dejarlo fija, no son más que unos metros de cuerda, anclada a un natural o a un parabolt de inoxidable. En el exterior amagaba lluvia pero pudimos cambiarnos bien tranquilos. Allí mismo nos despedimos, pero Guillermo y yo tenemos la convicción de que volveremos a esta cueva en poco tiempo. Es demasiado interesante...  



 

7/5/25

Grotte della Sardegna

 
                  Nuestro viaje a Cerdeña carecía de objetivos definidos. Son ventajas de ir en una camper y poder decidir sobre la marcha. Queríamos escalar, hacer caminatas, visitar ciudades -digamos turismo cultural- y tal vez entrar en alguna cueva bonita. Todo en una semana, del 1 al 7 de mayo. Tal vez un poco ambicioso ver y hacer tantas cosas en tan poco tiempo. Actitudes de consumir y consumir, propias de la sociedad en que vivimos y a las que uno no consigue ahuyentar.  

 

                  Grotta di Neptuno. El primer día, jueves 1 de mayo, poco después de bajar del barco nos topamos con esta maravilla al ojear la guía. Vimos que  Capo Caccia, cerca de Porto Torres, tenía unos atractivos seductores. Acantilados enormes, el faro, el paisaje y una cueva para la que debían bajarse más de 600 escalones hasta el nivel del mar. Algo parecido a la escalinata del Faro del Caballo en Santoña, pero muy bien mantenida para la visita del turismo a la cueva. No nos defraudó su belleza. Tanto la bajada, como el lugar donde se encuentra la boca, como la cueva en si misma son impresionantes.

 



 
                 Grotta di Bue Marino. Esta cueva la visitamos el lunes día 5. Para su visita es necesario comprar un pasaje para uno de los numerosos barquitos que llevan desde Cala Gonone  hasta sus bocas, ya que éstas solo son accesibles por mar. Con el billete del barco, ya comprado en una de las casetas del puerto, te acercas a las taquillas de la Grotta y adquieres la entrada. Con ambos papelitos grapados te permiten subir ya al barco que te llevará. El lugar donde se desembarca es espectacular. El agua del mar invade el ramal sur de Bue Marino aproximadamente un km. formando un lago. El recorrido de la visita siempre sigue el lago que inunda la galería hasta que, casi al final de la visita, aparece un arroyo de agua dulce y prístina que desemboca en él. Las paredes blancas de la galería están bellamente decoradas por formaciones. Bue Marino forma parte (la parte final para ser exactos, la más cercana al mar) del gran sistema subterráneo Codula di Luna que se extiende por más de 70 kilómetros (explorados hasta el momento). Otros sectores del sistema son Su Palu, Suspiria y Su Molente. El nombre Bue Marino hace referente a "buey de mar" que era la denominación local en sardo de la foca monje. Las focas se refugiaban para criar en las cuevas huyendo de la persecución de los pescadores sardos. Actualmente ya no hay focas monje en estas costas.
 

 
                 Grotta di Su Palu. El martes día 6 teníamos cita con nuestros amigos Alessandro y Max para visitar Su Palu. También vinieron otros dos espeleólogos, Teresa y Mario. Todos dormimos el lunes en Teletottes, punto final de la carretera que se adentra en el el fantástico valle de Codula di Luna. Por la mañana Teresa se vino a visitar la cueva y Mario se fue a observar plantas y animales por el valle. La aproximación dura unos 15 o 20 minutos desde el aparcamiento. La cueva se encuentra cerrada por una verja de la cual hay que llevar la llave. Las dificultades de la cueva son notables aunque no excesivas. El recorrido comienza con unos pozos estrechos en laminador fáciles de bajar pero pesados de subir. Siguen unos pasamanos-quitamiedos en una zona de bloques resbaladizos. Luego se sigue un arroyo a gachas hasta llegar a una gatera clave en la que penetra el arroyo, inundándola casi por completo y dejando un palmo, más o menos, de zona aérea. En este pasaje, para el cual hay que empacar de forma estanca todo lo que lo requiera, tienes que meterte en el agua por completo. No me encontraba suficientemente motivado para esta esforzada espeleología acuática, así que me di la vuelta. Los demás compañeros podían haber seguido pero también se dieron la vuelta y todos juntos dedicamos el día a dar un paseo por el hermoso valle Codula di Luna. Tal vez en otra ocasión me anime a visitar las maravillas de Su Palu... previa mojadura total en la gatera.

 

                  Estas tres cavidades son un botón de muestra de la amplia oferta de cuevas en Cerdeña. Tanto turística como espeleológica. Para alguien que le guste el mundo subterráneo la isla de Cerdeña es un destino notable.

Si queréis ver más fotos usar el enlace:

  https://photos.app.goo.gl/T1tcY2zkAZpTfUu39

 
 

 

6/4/25

Primavera en Seña


 

La primavera estaba por doquier. Como la sonrisa de una mujer feliz, como el canto de los mirlos, como la fiebre de un enamorado, como los prados atiborrados de flores. Cualquier cosa que pudiese hacer rodeado de tanta primavera, era perfecta. Mientras conducía hacia el este como un poseso puse Karitas Habundant de Hildegard von Bingen en Spotify. Acompañado de esa música mis sensaciones crecieron varios puntos más hacia el éxtasis mientras los árboles explotaban de verdor como si les sobrase vida.

El hotel y los bares del cruce se negaban a darme un buen café hasta que me fijé en el bar La Barca de Treto. Aunque algunos clientes tomaban ya su desayuno en la terraza lucía muy tranquilo. El interior se mostraba acogedor y los camareros me sirvieron con alegría un gran vaso de café con leche acompañado de un generoso sobao pasiego. Por el acristalado ventanal vigilaba la llegada de Guillermo y su hermano Blas. Apuré mis placenteros alimentos y salí a saludarlos. Mientras Guillermo se atareaba con todos los detalles  -de lo que llevaríamos o no- me quedé contemplando la escena. Traje mi saca de espeleo y un petate de saco blanco con todas mis cosas y me instalé en el asiento trasero para disfrutar del paisaje sin más.

 

Había varias rutas de circulación para llegar a Seña desde Treto pero la que triunfó fue la vieja carretera, conocida por Blas, que sube desde Limpias por la ladera este del valle y alcanza Seña de forma directa. Las vistas sobre la ría eran hermosas. Aparcamos justo al lado de la iglesia de Seña. Con la solana y el ambiente nítido extendimos el material sobre la acera y preparamos todo sin obstáculos, las cabezas estaban bien nítidas. Un paseo en suave cuesta abajo por un viejo camino empedrado -en parte- nos llevo en cinco minutos a las cercanías de una cabaña. Giramos a la derecha por un prado y luego torcimos a la izquierda siguiendo el prado entre bosques. Este acabó justo sobre la pendiente de entrada a la cueva. El arroyo que habíamos cruzado más arriba se sumía en la cavidad.

Un desprendimiento relativamente reciente había alterado la morfología de la boca de entrada de la Cueva Hoyo Molino. Pero se podía pasar sin dificultad por el lateral izquierdo. Cerca de la entrada encontramos los cadáveres momificados de unos grandes insectos negros con aspecto "entre saltamontes y chicharra". Con facilidad caminamos junto al arroyo, hacia el sur, hasta la primera sala. Trepando al oeste un par de metros visitamos la Galería Nolavieron donde nos entretuvimos haciendo unas fotos con los flashes. Más adelante el arroyo giró bruscamente hacia el oeste y se encajonó en un estrecho meandro que se negociaba parcialmente por el arroyo, con algunos pasos en oposición, o con pies a un lado y manos al otro, para evitar el agua profunda. Poco después desembocábamos en la Gran Sala de las Coladas. Desde aquí visitamos el bonito Afluente Norte lleno de formaciones variadas.


 
  
 

Aguas abajo el arroyo se hizo más difícil de seguir. En algunos sitios había que agacharse un poco, o trepar y destrepar zonas de bloques, o coger conductos fósiles alternativos durante cortos tramos. De esta forma avanzamos hasta una zona donde abundantes coladas bajaban desde arriba a la derecha. Subiendo un poco visitamos la rectangular Sala del Manuscrito, de suelo llano y arenoso.  Las coladas volvían a llevarte hasta el arroyo en una zona de aguas más profundas, al menos en apariencia. Ninguno tenía ganas de mojarse y, cuando menos, el agua se hubiese colado por la caña de la bota. Decidimos empezar a salir lo cual nos costo algo menos tiempo que entrar.

Fuera el sol calentaba bien y el cielo estaba azul y nítido. Volvimos por un camino alternativo un poco mejor que el de ida pero con una zona embarrada, llena de huellas profundas de vaca, que nos puso pérdidas de barro las botas. Por el camino las fuimos limpiando como pudimos con la hierba. El mesón de Seña tiene una terraza magnífica con unas vistas al sur fantásticas. Nos dieron bebidas y bolsas de patatas pero la cocina ya no funcionaba. Una lástima, casi siempre llegamos tarde a todos los restaurantes y bares. Nuestros horarios de espeleólogos son así...     

Topografía  hecha por el Grupo Ademco
 
     

                  Se trata de una cueva con pocas dificultades pero muy divertida. Es apta para niños intrépidos con padres sin complejos.