17/1/10

Ruido (17/1/2010) Solviejo

               Lo opuesto al silencio es el ruido. Había mucho ruido. Ruido en la mente, ruido en tu interior y un paisaje ruidoso en si mismo. Todos los alrededores de Solviejo se habían transformado en una ruidosa plantación de eucaliptos.  Un día gris y poco saludable encuadraba  la situación.

                El ruido no era más que un reflejo deformado del ruido cotidiano, ese rumor que nos acompaña y nos corroe sin cesar, y que aceptamos sin rechistar como si fuese equivalente al silencio. Los espeleólogos, Manu, Miguel, Julio, Luis, Alicia, Izaskun, Eva y yo, nos repartimos. Utilizamos el coche de Julio y el mío. Paramos en Solórzano, mientras los que iban en el otro coche compraban algún detalle de última hora y, ya juntos, continuamos hacia el alto que permite el paso hacia la Junta de Voto.


                Hace más de diez años visite Solviejo varias veces. La pista de aproximación que utilizábamos acababa en una casa en la que vivía una familia de vaqueros. Las hijas eran muy guapas. Lo había olvidado todo salvo la fugaz imagen del padre y las hijas. Ahora existe otra pista que va bastante más abajo y que, aunque deje más lejos de Solviejo, permite que gran parte del sendero se haga llaneando.
                No tomamos la pista que utilicé en aquella época, sino ésa otra. Había barrizales y meter las botas en los lodazales no me produjo placer alguno. Me pareció que la caminata perdía su belleza. Sin embargo la boca de la cueva me resulto igual de hermosa que la primera vez que la visité. Recordé un búho real que tenía su morada en alguna galería próxima a la entrada. ¿Que habrá sido de ese maravilloso amante del silencio? Quizás haya muerto de tristeza, o de viejo, o tal vez decidiese cambiar de vivienda  huyendo del ruido de las excavadoras que preparaban el eucaliptal.
                Lo primero fue encontrar la Torca Rayo de Sol.  Cuando bajas al fondo del primer pozo a la hora adecuada, y si el día es soleado, un rayo de sol llega hasta el mismo suelo donde pisas. A veces algún arbolito raquítico lucha por sobrevivir en el fondo de la sima. Todas mis referencias habían desaparecido tragadas por el bosque de eucaliptos. Pero, por suerte, la vaguada donde esta la boca, que recordaba como clave de su localización, estaba ubicada por Miguel desde hacía poco. Al llegar a la vaguada tire, seguía mis recuerdos, para la derecha y aunque intuitivamente algo me decía que nos estábamos yendo demasiado lejos termine de subir el vallecito hasta que se abrió a un bosque de tipo autóctono.  Así me quedo claro que la boca se encontraba bajando a la izquierda. Cuando llegué todo el grupo estaba junto a la fisura que da entrada a la sima. Se notaba que la habían ensanchado; además estaba instalado el primer pozo. 



                De vuelta en Solviejo comprobamos que las instalaciones del pozo de entrada eran impecables. Acero inoxidable y un par de argollas por descuelgue. Un pequeño roce inevitable podía considerarse sin importancia si solo se utilizaban las cuerdas para descender. La espera en las bajadas fue larga. Ocho personas, a poco que tarde cada una, son más de quince minutos. Pero para compensar se podía apagar la luz y contemplar, como en una gran pantalla de cine 3D, las evoluciones de cada espeleólogo que descendía. Luego nos fuimos a conocer la parte de la cueva que llaman “El Viaje Rápido”. Nos llevo hasta las tres y media de la tarde volver a la gran sala de entrada y vimos casi todos los rincones mostrados en la topografía.
                Era la hora de comer pero había olvidado traer comida o, quizás más bien, no había traído comida por dejadez. Alicia, Julio y Luis me dieron algo. Fue más que suficiente. Quizás el silencio me alimentaba ese día.
                Algunos deseaban volver a casa temprano y yo estaba entre ellos. Pero también quería reconocer con más detalle los pisos inferiores de Solviejo y eso no nos iba a llevar demasiado tiempo. Nos encaminamos hacia el pozo que cortocircuita la travesía clásica (ese pozo lo descubrimos hace años -por casualidad- la primera vez que preparamos la travesía Solviejo-Rayo de Sol) y después de bajarlo me di una vuelta por ese nivel. Creo que la travesía clásica también desemboca en esta zona pero no tengo claro donde exactamente. La topografía resulta algo confusa en algunos aspectos.
                Mirando con reconcentrada atención la topo conseguí recordar los pormenores de la travesía. Para continuar bajamos un pocete de cinco metros y torciendo a la izquierda, enseguida  dimos con Chocolate Crunch Series. Poco más allá un pozo descendente realiza la conexión con Rayo de Sol. Para mi los objetivos estaban cumplidos y hubiera salido tranquilamente mirando algunas ramificaciones, como la que lleva a la travesía clásica, o la del Pool Pitch. Pero la mayoría quería terminar la travesía. Julio, Manu, Izaskun, Eva y Alicia se quedaron para seguir y Luis, Miguel y yo volvimos hacia Solviejo. La pregunta que me hacía era si encontrarían puestas todas las cuerdas para salir por Rayo de Sol.
                Ya fuera las luces naranja de un pueblo cercano generaban un ruido visual inaceptable.  Observe el vuelo de unos murciélagos saliendo y entrando de la cueva. Sus suaves aleteos traían silencio a la noche. En la lejanía ya no oía el ruido del valle -machacón por la mañana-  aunque tampoco escuchaba silencio. Me consolé pensando lo transitorio que es el ruido.
                Al salir de Solviejo había retirado las cuerdas del pozo de entrada, error que enseguida hubo que remediar. Al cabo de un rato no muy largo oímos, desde la boca, a varios compañeros en el fondo de la Sala de Entrada. Manu y Alicia volvían porque no habían encontrado la cuerda del segundo pozo de Rayo de Sol. Los tres restantes se habían quedado a esperar para salir por el otro lado. A partir de este instante todo fue confuso. Miguel y Luis bajaron a poner una cuerda en Rayo de Sol, era ya de noche. Al poco escuché voces más cercanas. La voz de Julio resultaba claramente distinguible en el fondo del bosque. Poco después estábamos todos reunidos de nuevo en la boca de Solviejo. Resulto que la cuerda si estaba puesta...   
                Volvimos a Solares directamente. Era algo tarde y, aunque el viento estuviera ausente por completo y las estrellas no se vieran, el ruido lo estaba invadiendo todo de nuevo.

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