2/6/12

Juanín



A la Torca de Juanín es muy posible que nunca hubiera llegado a ir. Gracias a mis amigos de Espeleo50, y especialmente al que se le ocurrió la original idea, he podido visitar esta bonita sima. Supongo que la fama le viene principalmente por su Sala Azul. Aunque no pongo mucho empeño en enterarme de estas cosas creo que un paisano llamado Juanín mato a un vecino y arrojo su cadáver a la torca. Curiosamente fue Juanín, y no su víctima, el que se hizo famoso. Y de ahí le viene el nombre a la cavidad. Con Juanín había que tener cuidadín.
Me reuní con Miguel en Mompía tras una confusa tarde de viernes. Confusa por muchas razones, pero la principal era el cómo nos íbamos a organizar. Podíamos ir en dos coches o en uno. La cuestión era que, aparte de visitar la Torca de Juanín, pensaba quedarme a escalar por la zona el domingo. Miguel se unió a este plan pero teníamos que coordinarnos con más personas. Al final decidimos usar la menor cantidad de combustible posible yendo los dos en mi coche. Al anochecer pasábamos por Panes. Acabamos el viaje con las instrucciones telefónicas de Hugo.
La casa rural que habían alquilado para el fin de semana estaba en un agradable rincón, a pocos metros de la carretera que sube a Llonín desde el Río Cares. Allí ya estaban esperándonos Zaca, Hugo, Antonio y Tripi. Zaca me había traído las esperadas varillas de fibra de vidrio para balizar. Mientras cenábamos comentamos las posibilidades de llegar a la Sala Azul. Es muy famosa entre otras cosas por la cantidad de espeleólogos que han bajado la sima sin encontrarla. Sin embargo Hugo, Zaca y Antonio mostraron una fe sin fisuras en conseguirlo. Un rato después, mientras el personal jugaba al mus, me rendí al sueño.
La subida hasta Oceño está jalonada con hermosos paisajes. La carreterilla consiste en una serie de revueltas con fuerte pendiente. Se pasa junto a varias paredes, excelentes para equipar vías de escalada. Una vez en Oceño hay que tomar una pista asfaltada atravesando el pueblecito. Un poco más arriba la pista pasa por una antigua ermita con puerta para enanitos. Esta rodeada de hermosos árboles entre los que destaca un tejo de  gran porte. Dos o tres kilómetros más arriba la pendiente se suaviza y la pista, que llanea entre cabañas, deja de estar asfaltada. Sólo nos queda una última subida entre prados hasta que llegamos junto al borde de una depresión poco profunda a la izquierda. Desde aquí un sendero conduce en un minuto hasta la Torca de Juanín.
El tiempo, muy nuboso, nos respeto durante los parsimoniosos preparativos. Llevábamos dos cuerdas de cien metros y algunos trozos más. Hugo iba a instalar la sima comenzando con una de las cuerdas de cien. Le seguía Zaca que portaba la otra cuerda de cien. Luego iban Antonio,Tripi, y Miguel. El último iba a ser yo. Tras un pequeño pozo de diez metros, aterricé en una jungla de helechos, lianas y hiedras trepadoras formando el marco de un rico ecosistema. Allí nos juntamos todos salvo Hugo y Zaca que andaban por las profundidades.
Como la cosa de instalar iba para largo me dediqué a hacer fotos y a hurgar un poco por todos lados. A tres metros, camuflada sobre unas piedras, descubrí una rana enorme de color marrón. Enseguida se convirtió en la estrella de nuestras fotos. Al otro lado, la plataforma se hundía hacia una pequeña galería remontante. De pronto, sobre unas coladas, me llamó la atención un montón de hierba seca. Al acercarme me encontré con un nido bien construido y en su  interior, esperando a ser incubados, cuatro huevos jaspeados. Elevando la mirada hacia la bóveda de la pequeña sala pude descubrir al propietario: una grajilla de pico amarillo. La torca se había  convertido en un auténtico zoo en que el aburrimiento era imposible.




Estábamos empezando a preguntarnos si habría algún problema en la punta de instalación cuando, por fin, oímos la voz de Zaca dando el libre para bajar. No me defraudo el paisaje de los pozos. Cada vez mayores y con más formaciones. Después de unas cuantas tiradas nos posamos en una gran plataforma que daba a dos posibles vías de continuación. Los directores de la expedición habían elegido bajar por un pozo grande en vez de una vía paralela con pozos más cortos y cómodos (Vía de las Señoritas) Allí tuvimos otra parada técnica hasta que estuvo instalada la continuación.
El pozo que bajamos a continuación era grande, más de sesenta metros. Sólo tenía un fraccionamiento a su mitad. Aéreo y limpio a más no poder. Desde luego fue un placer bajarlo pero pensé que para subirlo iba a sudar la gota. Otra serie de pozos -pequeños y cargados de formaciones- nos depositó en la base de la sima. El único que visito la Sala de la Inundación (sentido contrario a la ruta hacia la Sala Azul) fue Miguel. Encontramos cuerdas fijas por unas rampas de colada muy resbaladiza que marcaban la continuación. A partir de ahí la galería se amplio y tuvimos que recorrer un largo tramo horizontal, solo interrumpido por un resalte de sube y baja y por un pozo de unos quince metros al que se accedía por una incómoda cabecera. Abajo había una sala. Habíamos pensado comer antes de seguir hacia la Sala Azul. Pero cuando bajé allí no quedaba ni el apuntador, solo los trastos que la famosa gatera aconsejaba evitar. Me abalancé para alcanzar a los compañeros, pero llegué a un punto en que se estrechaba el paso demasiado. Sin embargo seguía oyéndoles claramente más allá de la estrechez. Tras unos gritos y algunos juramentos localicé el paso correcto un poco antes, por el riachuelo que se metía entre guijarros.
Avance rápido y me encontré con Tripi atorado en un paso entre columnillas. Tripi se desanimo y reculo. Yo les grite enfadado (… …) a los de delante. Para mí que tenían que habernos animado en vez de desaparecer... Me metí por la gatera sin mucha convicción. Tenía que conseguir pasar. Llevaba una saca conteniendo la cámara y un trípode. Esto me dificultaba más el avance. A pesar de su aspecto de ratonera imposible, fui avanzando sin grandes dificultades. Los pasos eran holgados para mí. Sólo uno, que está casi al principio, requiere colocarse con un brazo por delante para poder pasar. Al final hay que ascender un poco para entrar en la Sala Azul. Curiosamente hay varios puntos en que se nota un soplo importante.
La Sala Azul no es más que un ensanche del meandro por el que circula el riachuelo de la sima. Esta repleta de formaciones gravitacionales -coladas, estalactitas, estalagmitas, banderas- y también hay corales y helictitas. La mayor parte de las formaciones tienen colores clásicos -desde el blanco al marrón oscuro- pero una pequeña parte –digamos el 10%- tiene tonos azules o verdes. Sin embargo esa pequeña cantidad de azul le da un fuerte carácter a la sala. Dedicamos una horita a mirar y a fotografiar. A mitad de proceso Zaca y Antonio se marcharon para animar a Tripi a pasar la gatera, pero no tuvieron éxito.



De vuelta de la gatera comimos un poco y empezamos la retirada. El primero Tripi, seguido por Antonio y por mí. Detrás venían Miguel, Zaca y Hugo. Las primeras cuerdas que se retiraron las subió Antonio. La cuerda de cien más profunda la porto Zaca. Finalmente la primera cuerda de cien se saco tirando desde arriba por etapas.  En el entreacto sude la gota, como estaba previsto, en el pozo largo. Cerca de la salida Tripi y yo escuchamos un fuerte vibración de tono grave. Por un instante nos quedamos desconcertados hasta que caímos en que era un trueno tremendo. Empezamos a preocuparnos pues una tormenta en un sitio tan abierto como las Brañas de Trespandiú es muy peligrosa.
En el exterior llovía débilmente y había niebla. La tormenta se había aplacado. Tripi y yo nos cambiamos de indumentaria en cinco minutos. Mientras la lluvia arreciaba me instalé en el coche escuchando buena música. Un poco después nos acercamos a la sima y apareció Miguel seguido de Antonio y Zaca. No teníamos suficiente pan para la cena + desayuno del día siguiente. Eso nos llevo a Miguel y a mi a la búsqueda de pan. En un principio el plan era ir a Arenas, pero nos dijeron que en el cruce de Llonín vendían pan. El resultado fue que no encontramos pan en ningún lado.
Como los chaparrones seguían nos fuimos a la casa. No teníamos la llave, pero encontré una ventana abierta en el primer piso y me cole por ella escalando fácilmente. Nos dedicamos a preparar algunas cositas para comer. Parecía que iban a ser solo los aperitivos pero cuando llegaron los demás el hambre hizo que se convirtieran en la cena. Mientras la velada se prolongaba con las partidas de mus yo me deje caer rendido por el sueño. Mañana iba a ser otro día.  


Nota: La Torca de Juanín se encuentra en las Brañas de Trespandiú en las inmediaciones del pueblo de Oceño, perteneciente al concello de Peñamellera Alta, en Picos de Europa.



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