(21/9/2013)
Como no había donde agarrarse nos agarramos a la nada. El día iba a ser bueno y no teníamos ganas de andar bajo tierra. Me quedaba demasiado cercana la experiencia de estar doce horas en la Red del Gándara para empezar a balizar Anestesistas. La posibilidad de irse de excursión –senderismo-, a escalar plácidamente o a contemplar el paso de las nubes nunca fue descartada del todo. Pero a la postre peso nuestra curiosidad por los agujeros del Hondojón y allí fue donde nos fuimos Manu y yo.
Teníamos que visitar las pequeñas dolinas herbosas del Hondojón, elegir una y comenzar a sacar piedras. La furgoneta de Manu alcanzo por la pista el collado de acceso al Hondojón. No hubo mayor problema que una fuerte cuesta con el surco de las aguas muy marcado. Un todoterreno paso a nuestro lado mientras nos preparábamos. Descubrimos que estaban trabajando con una excavadora en una finca. Me dio la impresión de que mejoraban el acceso a la cabaña. De cualquier forma teníamos compañía cercana. En una de las dolinas habíamos trabajado Mavil y yo hace un año. Sin embargo no encontré ni rastro de nuestro trabajo a pesar de las vueltas que di. No cabe duda de que los paisanos taponan, si pueden, cualquier desobstrucción en curso. Por eso decidimos sacar las piedras fuera de la dolina y enviarlas a otra. Al menos si alguien intenta taponar lo destaponado le costará trabajo. Como a las tres se estropeo el cabezal de la broca y no pudimos seguir con la obra. No más que sacar alguna piedra pequeña suelta. Sin embargo el resultado fue alentador. Teníamos roca madre a la vista y hueco hacia abajo muy evidente.
Cruzamos el Puerto de la Sía y torcimos hacia Las Machorras. Nos tomamos una gran cerveza fresca. Nos hacía falta. El sol estaba castigador, el calor era sofocante. Poco antes de Lunada abandonamos el vehículo y tomamos la pista hacia Los Campanarios. Nuestra frustración subió varios grados cuando vimos lo que quedaba de nuestra obra en La Bloquera: nada. Un enorme montón de tierra coronada por brezos y tojos marcaba nuestra excavación. Era claro que, sin un buen uso del apuntalamiento y la contención, seguir trabajando allí iba a ser inútil. Así que decidimos dar un paseo en busca de agujeros. Desde luego teníamos dos agujeritos aspiradores con muy buena pinta. Uno en el colladito y el otro al ladito de La Bloquera. Pero para nuestra suerte Manu tuvo un golpe de buena suerte y localizó a unos 30 metros al oeste una cuevecita marcada como 1624 por nuestros amigos franceses. Prometedora…
(28/9/2013)
Manu y yo nos habíamos quedado solos. Pero mejor ir acompañado sólo por alguien que te acompaña bien que quedarse sin compañía alguna o con malas compañías. El objetivo que nos planteamos era algo duro. Alcanzar la zona de Anestesistas y balizarla entera. Para conseguir algo así necesitábamos todo el día y algo más. Al final nuestra estancia sólo duro 13 horas. Sólo.
Comenzamos el devenir a las ocho y media. Nos metimos a la cueva un poco tarde. Y avanzamos sin prisa pero sin pausa. La cueva estaba más húmeda de lo habitual. Te hacía sudar. Al poco de pasar el Pozo de las Hadas dejamos atrás la cascada de la Sala del Ángel algo crecida. Había neblina en la sala pero no me pareció demasiado densa.
La zona de Anestesistas nos pareció muy lejana. Incluso más que la última vez. Protegerla mediante una balización exhaustiva casi parece exagerado. Pero llegarán los días en que menudearan las visitas.
Dividimos el proceso de balizar en tres sectores. Hicimos un reparto de trabajo basado en la especialización: yo colocaba las varillas de fibra y Manu colocaba el hilo. Después de balizar el sector más delicado nos paramos a comer algo. Luego vino el sector de entrada desde el oeste. Finalmente nos dedicamos al sector más oriental . En mi opinión prefiero pecar de exagerado que dejar algún detalle que luego se pisotee.
Estábamos bastante cansados de colocar estacas e hilo. Así que la idea fue ir saliendo manteniendo la moral alta. Ya de noche volvimos al exterior. Había llovido pero la tierra no había formado barro aún. Cuando llegue a casa todavía no eran las doce. Me tome una cena más ligera que abundante y me sumergí en el sofá antes de hundirme en la cama…
(6/10/2013)
Ese día estuvimos a punto de no ir a ningún lado. Pero a pesar de la falta de respuesta inicial la perseverancia de Marta tuvo su recompensa. Adrian, Jara, Marta y yo. Una buena cuadrilla.
La noche anterior pudimos cuadrarlo todo para estar a las diez en Solares. La música que elegí para amenizar el viaje aguas arriba del Miera tuvo una acogida desigual. A la altura de Linto opté por apagarla. Nos acompañaban algunas nubes viajeras transitando con indolencia por las laderas. Los trozos de cielo azul aumentaban según ascendíamos hacia Lunada. En tierra burgalesa el sol era evidente.
Teníamos una razón para estar otra vez en Lunada: se llamaba 1624. Nada especialmente llamativo pero al menos cercana a La Bloquera. Todo el trabajo del año pasado se había arruinado. Una montaña de tierra, brezos y tojos acumulada sobre la excavación que tanto nos había costado. Pero no hay mal que por bien no venga. Al menos en este trabajo no habrá hundimientos.
El día fue exitoso. A base de sacar piedras conseguimos avanzar tres metros. No está mal teniendo en cuenta que puede ser el portal de cien kilómetros de pasillos! Las dos chicas se pasaron charlando gran parte del tiempo a la puerta de la cueva. Mientras Adrian y yo movíamos bloques se podía escuchar vagamente su conversación.
El tiempo fue empeorando hasta que las nubes y el viento hicieron caer la temperatura a menos de 10ºC. Tocaba largarse de allí cuanto antes. Valle abajo el tiempo fue templándose hasta alcanzar unos maravillosos 20ºC. En Solares el verano estaba en su apogeo. Me entró una modorra que dignificaba arrastrarse hasta un sofá. Por suerte mi casa estaba cerca y pude llegar…
No hay comentarios:
Publicar un comentario