El sábado, después de muchas vacilaciones
acerca de donde -y con quienes- trabajaría, la duda se despejo con mucha
facilidad. Para ir a la Raja Eiger o Los Elfos hacía
falta que viniese uno de los dos: Vicente o Mavil. Como
Vicente se iba con Mavil a Benís
quedaron descartadas ambas simas. Como alternativa Mavil
nos tenía preparado un muestrario de agujeros relativamente prometedores. Y pongo en cursiva lo de relativamente porque en la Sierra de Benís todas las cavidades que se han descubierto hasta el
momento no resultan baratas de explorar. Las estrecheces y las penalidades son la
tónica dominante.
De Molina a Benís
se tarda menos de media hora, pero la pista que acerca a las simas es larga y
tortuosa. Mavil, Vicente y yo fuimos en nuestros tres
coches. Uno porque se quedaba varios días allí, los otros porque lo mismo
tenían que venirse antes. Al menos yo. Mediada la pista aparcamos para ver el
primer agujero (agujero bufador de David). Nada más
aparcar llego un guarda en un todoterreno para asegurarse de nuestras
intenciones. “No íbamos a cazar ni teníamos ningún interés en la caza” le
dijimos. Quedo satisfecho, dio media vuelta y se alejó hacía el sur por la
pista.
El agujero bufador
estaba silencioso y, sinceramente, me pareció poco prometedor. Sin embargo
resulta intrigante que a veces suelte tanto viento. Poco después llegamos a otro
agujero redondito justo al lado de una pista. Este me pareció más atractivo
pero Vicente me dijo que abajo estaba todo tapizado de clastos. El tercer agujero
resulto ser una sima en plena cantera. Necesita desobstrucción pero tiene buena
pinta. Los agujeros cuarto y quinto son manifestaciones de un cavernamiento que la cantera ha puesto al descubierto. Uno
de ellos era facilmente penetrable pero con un montón
de bloques amenazadores por encima. El sexto agujero estaba en una cantera
cerca de la Sima de Benís. Se trata de un agujero
múltiple por el que normalmente emana aire caliente y húmedo de las mismas
características que Benís. Mavil dice que
seguramente es la misma cavidad.
Finalmente nos fuimos a trabajar a la
sima penetrable con bloques amenazantes. Pusimos una cuerda anclada a un pino y
me descolgué sobre la boca haciendo una buena limpieza de bloques, cantos y
tierra. Mavil acabo la faena desde la boca misma dejando
una entrada cómoda con una plataforma terrosa donde comenzar el descenso. La
instalación se dispuso de forma que nos alejase de la vertical de la boca para
evitar las caídas de guijarros y tierra. Mavil fue
instalando y yo, a poca distancia de él, actué como depósito de cuerdas y
material de reserva. El trío fue cerrado por Vicente quien, debido a la
tardanza, estuvo mientras tanto inspeccionando la línea de falla en superficie.
Digamos que lo que hizo fue extrapolar la dirección de la grieta que forma la
sima.
El pozo polvoriento tenía suficiente
anchura para bajar con comodidad, pero no tanta como para equipar fácilmente. Y
mucho menos para ascender. Las paredes, algo sinuosas, hicieron necesarios
varios desviadores entre cada fraccionamiento. Evitamos una repisa de bloques,
con una montaña de polvo encima, y continuamos otro tramo de iguales
características. Mavil me avisó que había tomado
tierra sobre una especie de collado polvoriento en la cual la sima se dividía
en dos rutas. Esperó a que yo bajase y me envió a inspeccionar para tomar una
decisión. Hacia el oeste se hacia muy estrecho y finalmente se obstruía con
colada y con bloques que dejaban agujeros pequeños. Hacia el este la sima
continuaba limpiamente. Las caídas de piedras duraban muchos segundos aunque
los rebotes entre las paredes eran tan cortos que indicaban poca anchura. Mavil le echo un vistazo y dijo que él no bajaba porque no
cabía. Me toco probar a mí. Enseguida me di cuenta que aunque bajar fuera
posible subir era casi imposible porque te quedabas emparedado con la cabeza de
perfil. La única esperanza es que se ampliase algo más abajo. Pero el riesgo de
bajar “demasiado” era alto. A los cinco metros decidí volverme. Tarde un cuarto
de hora en subir esos cinco metros a base de penosos movimientos de gusano. La
solución para esa exploración pasaría por bajar una cámara colgada de un cordino haciendo una revisión sistemática del pozo. Si se
mantiene tan estrecho es inviable bajarlo. En caso de que sean sólo unos metros
se podrían desobstruir.
El ascenso me resulto mucho más penoso
de lo que esperaba. Las paredes no dejaba ir de frente y el hecho de ser
sinuosas impedía un jumareo eficaz. Pero con el
tiempo conseguí salir del polvoriento pozo. Mavil
salió al menos veinte minutos después. En el entreacto visitamos los
agujerillos vinculados a la fisura y la otra cavidad que parecía emitir algo de
aire y que tenía humedad en una de sus paredes. Recogimos todo y cuando ya estábamos
en los coches cambiándonos llego Jonathan para quedarse con Mavil
el domingo. Vicente y yo nos despedimos de los que se quedaban y nos fuimos
pista abajo. El atardecer se puso naranja escarlata contra azul profundo. No me
quedó más remedio que pararme antes de llegar a Abarán
para hacer fotos desde una rotonda. El cielo estaba espectacular…
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