4/2/17

Polvorienta


El sábado, después de muchas vacilaciones acerca de donde -y con quienes- trabajaría, la duda se despejo con mucha facilidad. Para ir a la Raja Eiger o Los Elfos hacía falta que viniese uno de los dos: Vicente o Mavil. Como Vicente se iba con Mavil a Benís quedaron descartadas ambas simas. Como alternativa Mavil nos tenía preparado un muestrario de agujeros relativamente prometedores. Y pongo en cursiva lo de relativamente porque en la Sierra de Benís todas las cavidades que se han descubierto hasta el momento no resultan baratas de explorar. Las estrecheces y las penalidades son la tónica dominante.
De Molina a Benís se tarda menos de media hora, pero la pista que acerca a las simas es larga y tortuosa. Mavil, Vicente y yo fuimos en nuestros tres coches. Uno porque se quedaba varios días allí, los otros porque lo mismo tenían que venirse antes. Al menos yo. Mediada la pista aparcamos para ver el primer agujero (agujero bufador de David). Nada más aparcar llego un guarda en un todoterreno para asegurarse de nuestras intenciones. “No íbamos a cazar ni teníamos ningún interés en la caza” le dijimos. Quedo satisfecho, dio media vuelta y se alejó hacía el sur por la pista.
El agujero bufador estaba silencioso y, sinceramente, me pareció poco prometedor. Sin embargo resulta intrigante que a veces suelte tanto viento. Poco después llegamos a otro agujero redondito justo al lado de una pista. Este me pareció más atractivo pero Vicente me dijo que abajo estaba todo tapizado de clastos. El tercer agujero resulto ser una sima en plena cantera. Necesita desobstrucción pero tiene buena pinta. Los agujeros cuarto y quinto son manifestaciones de un cavernamiento que la cantera ha puesto al descubierto. Uno de ellos era facilmente penetrable pero con un montón de bloques amenazadores por encima. El sexto agujero estaba en una cantera cerca de la Sima de Benís. Se trata de un agujero múltiple por el que normalmente emana aire caliente y húmedo de las mismas características que Benís.  Mavil dice que seguramente es la misma cavidad.
Finalmente nos fuimos a trabajar a la sima penetrable con bloques amenazantes. Pusimos una cuerda anclada a un pino y me descolgué sobre la boca haciendo una buena limpieza de bloques, cantos y tierra. Mavil acabo la faena desde la boca misma dejando una entrada cómoda con una plataforma terrosa donde comenzar el descenso. La instalación se dispuso de forma que nos alejase de la vertical de la boca para evitar las caídas de guijarros y tierra. Mavil fue instalando y yo, a poca distancia de él, actué como depósito de cuerdas y material de reserva. El trío fue cerrado por Vicente quien, debido a la tardanza, estuvo mientras tanto inspeccionando la línea de falla en superficie. Digamos que lo que hizo fue extrapolar la dirección de la grieta que forma la sima.
El pozo polvoriento tenía suficiente anchura para bajar con comodidad, pero no tanta como para equipar fácilmente. Y mucho menos para ascender. Las paredes, algo sinuosas, hicieron necesarios varios desviadores entre cada fraccionamiento. Evitamos una repisa de bloques, con una montaña de polvo encima, y continuamos otro tramo de iguales características. Mavil me avisó que había tomado tierra sobre una especie de collado polvoriento en la cual la sima se dividía en dos rutas. Esperó a que yo bajase y me envió a inspeccionar para tomar una decisión. Hacia el oeste se hacia muy estrecho y finalmente se obstruía con colada y con bloques que dejaban agujeros pequeños. Hacia el este la sima continuaba limpiamente. Las caídas de piedras duraban muchos segundos aunque los rebotes entre las paredes eran tan cortos que indicaban poca anchura. Mavil le echo un vistazo y dijo que él no bajaba porque no cabía. Me toco probar a mí. Enseguida me di cuenta que aunque bajar fuera posible subir era casi imposible porque te quedabas emparedado con la cabeza de perfil. La única esperanza es que se ampliase algo más abajo. Pero el riesgo de bajar “demasiado” era alto. A los cinco metros decidí volverme. Tarde un cuarto de hora en subir esos cinco metros a base de penosos movimientos de gusano. La solución para esa exploración pasaría por bajar una cámara colgada de un cordino haciendo una revisión sistemática del pozo. Si se mantiene tan estrecho es inviable bajarlo. En caso de que sean sólo unos metros se podrían desobstruir.
             El ascenso me resulto mucho más penoso de lo que esperaba. Las paredes no dejaba ir de frente y el hecho de ser sinuosas impedía un jumareo eficaz. Pero con el tiempo conseguí salir del polvoriento pozo. Mavil salió al menos veinte minutos después. En el entreacto visitamos los agujerillos vinculados a la fisura y la otra cavidad que parecía emitir algo de aire y que tenía humedad en una de sus paredes. Recogimos todo y cuando ya estábamos en los coches cambiándonos llego Jonathan para quedarse con Mavil el domingo. Vicente y yo nos despedimos de los que se quedaban y nos fuimos pista abajo. El atardecer se puso naranja escarlata contra azul profundo. No me quedó más remedio que pararme antes de llegar a Abarán para hacer fotos desde una rotonda. El cielo estaba espectacular…





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