9/2/17

Redonda


Con el propósito de hacer un poco de ejercicio cogí el coche el jueves  después de comer y me encaminé a Los Baños de Fortuna. Mi objetivo era echar un vistazo a la Cueva Redonda “hermana de La Almagra”. Las ventajas de ir a esa cueva eran muchas:
a)      Poco tiempo conduciendo desde casa.
b)     Unos minutos de cómoda aproximación.
c)      Equipo vertical innecesario.
d)     Gran cantidad de gateras en plan laberíntico (ideal para entrenar).
e)      Expectativas de conexión con La Almagra

Aparque el coche, eran las cuatro pasadas, en una explanada a diez minutos de la boca. Aunque hacía bastante frío sabía que la cueva tiene clima tropical. En consecuencia me puse el mono de tela sobre la ropa interior. Preparé dos microsacas para llevar en un cinturón: en la primera llevaba material de repuesto, luz y baterías, y en la segunda un flash gordo, conexión por radio/celula fotoeléctrica para dispararlo y un minitrípode. Además portaba la compacta Nikon en bandolera. El plan consistía en esclavizar el flash gordo desde el propio flash de la cámara. De esa manera, con un equipo mínimo, se puede intentar hacer algo mínimamente interesante. La idea consiste en usar el flash esclavo para contraluz duro y el de la cámara como iluminación suave y directa.
Deje la mochila un poco más abajo de la entrada. Ésta, de unos tres metros de diámetro, es prácticamente circular y se abre en una suave ladera guijarrosa. A dos metros de profundidad se percibe el aire cálido y húmedo que exhala la boca. Gracias a este microclima las paredes están tapizadas de musgos y pequeñas plantas de un verde intenso. Además hay también abundantes cucarachas grandotas y anaranjadas.
Las estrecheces y gateras se inician a pocos metros de la entrada y no nos abandonan nunca ya. Las microsacas se convirtieron en un estorbo nada más iniciar la incursión. La mayor parte del tiempo las llevaba colgadas de la mano. A poca distancia de la entrada tuve que realizar un delicado destrepe por lo resbaladizo y la ausencia de presas netas. La técnica fue usar oposición de fuerzas y elegir hábilmente los puntos donde ejercerlas. Poco después llegue a una zona estrecha y baja limitada, a mano izquierda, por un buen muro construido con ladrillos y cementado a conciencia. Por lo que me habían contado los amigos que habían visitado esta zona, dicho muro es una parte de la pared de un aljibe. Este depósito de agua es accesible desde la superficie por un punto cercano a la boca redonda.
La cavidad se ensanchaba algo más adentro pero como contrapartida me encontré con una montaña de guano de murciélago reblandecido por la humedad y lleno de bichos. Había que pisarlo con mucho cuidado para evitar enlodazarse de mierda. Por suerte el guano se acababa tan rápido como había empezado dando paso a múltiples galerías agateradas en plan laberinto tridimensional. Sin embargo lo más notable era la existencia de un potente chorro de aire. Si bien antes, cerca de la entrada de la cueva, la corriente me pareció cálida ahora, después de los metros avanzados y con un ambiente tropical, la percibía fresca. De hecho era una bendición pillar la gatera por la que venía la corriente. Dejabas de sudar aunque, por supuesto, el mono ya estaba totalmente empapado.
Me interné en una zona blanca y roja por la que creí intuir que venía el aire. Pase varias gateras que me llevaron a algunas salitas llenas de colores. Pero el viento había desaparecido o, quizás, no lo notaba ya. Seguí adelante por intuición hasta que, al cabo de un tiempo relativamente corto, se me acabaron las posibilidades de avance. Algo antes había pasado por una salita especialmente colorida y amplia. La elegí para hacer unas fotos.
Me costó un buen rato de pruebas e intentos que el flash esclavo se disparase adecuadamente en el periodo de sincronización. Uno de los problemas era que no conseguía desactivarse el preflash de ojos rojos a pesar de estar seleccionado en OFF. Pero finalmente seleccioné una modalidad de disparo de flash que evitaba ese problema y pude hacer algunas fotos.


De vuelta me fijé en un recoveco por el que de nuevo recuperé el hilo del viento. Desde luego, todo hay que decirlo, estaba utilizando catadióptricos en todas las bifurcaciones para evitar perderme. Como no pensaba hacer más fotos dejé todo el material, salvo una linterna de repuesto, y me introduje por la estrecha gatera ventosa. Al otro lado había una salita y luego más gateras ventosas y más salitas. Fui eligiendo siempre aquella gatera que, aparentemente, soplaba más. Finalmente, tras dar bastantes vueltas y sufrir cambios en la dirección dominante, accedí a una salita con tres continuaciones aparentes. Me fije en dos de ellas por el viento. La primera traía muy poco aire y me llevo a una ratonera sin posibilidades. La que traía más aire era una gatera que daba paso a una salita evidente. Una inspección visual me hizo pensar que cabía por la gatera. Pero enseguida descubrí que me quedaba empotrado por las caderas. Prudentemente reculé y comencé la vuelta.
Después de arrastrarme como un gusano durante varias horas estaba embadurnado, yo, las microsacas y la funda de la cámara, de un barro rojo, pegajoso y terco. Sude de lo lindo en las últimas gateras y escalando el resalte.  Cuando salí eran casi las ocho de la tarde. Hacía un frío intenso y brillaba una luna casi llena. El mono empapado se empezó a helar sobre mi piel. Aunque tenía intención de tomar alguna foto de la entrada usando los flashes finalmente decidí abandonar la idea y volver a toda velocidad al coche para cambiarme. O hacía eso o iba a coger un enfriamiento por culpa de las fotos. Las fotos podían esperar otra ocasión.
            Ya en el coche me relaje. Escuché música, disfruté de la noche de luna y pensé que teníamos todas las papeletas para conectar con La Almagra. No es que vaya  a ser una travesía cómoda pero como cavidad es de un exotismo total. Y siempre cabe la posibilidad de alcanzar el acuífero por alguna gatera desconocida y remota…    



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