Con el propósito de hacer un poco de
ejercicio cogí el coche el jueves
después de comer y me encaminé a Los Baños de Fortuna. Mi objetivo era
echar un vistazo a la Cueva Redonda “hermana
de La Almagra”. Las ventajas de ir a esa cueva eran muchas:
a) Poco tiempo conduciendo desde casa.
b) Unos minutos de cómoda aproximación.
c) Equipo vertical innecesario.
d) Gran cantidad de gateras en plan laberíntico (ideal para
entrenar).
e)
Expectativas de conexión con La Almagra
Aparque el coche, eran las cuatro pasadas,
en una explanada a diez minutos de la boca. Aunque hacía bastante frío sabía
que la cueva tiene clima tropical. En consecuencia me puse el mono de tela
sobre la ropa interior. Preparé dos microsacas para
llevar en un cinturón: en la primera llevaba material de repuesto, luz y
baterías, y en la segunda un flash gordo, conexión por radio/celula fotoeléctrica para dispararlo y un minitrípode. Además portaba la compacta Nikon
en bandolera. El plan consistía en esclavizar el flash gordo desde el propio flash
de la cámara. De esa manera, con un equipo mínimo, se puede intentar hacer algo
mínimamente interesante. La idea consiste en usar el flash esclavo para
contraluz duro y el de la cámara como iluminación suave y directa.
Deje la mochila un poco más abajo de la
entrada. Ésta, de unos tres metros de diámetro, es prácticamente circular y se
abre en una suave ladera guijarrosa. A dos metros de profundidad se percibe el
aire cálido y húmedo que exhala la boca. Gracias a este microclima las paredes
están tapizadas de musgos y pequeñas plantas de un verde intenso. Además hay también
abundantes cucarachas grandotas y anaranjadas.
Las estrecheces y gateras se inician a
pocos metros de la entrada y no nos abandonan nunca ya. Las microsacas
se convirtieron en un estorbo nada más iniciar la incursión. La mayor parte del
tiempo las llevaba colgadas de la mano. A poca distancia de la entrada tuve que
realizar un delicado destrepe por lo resbaladizo y la
ausencia de presas netas. La técnica fue usar oposición de fuerzas y elegir
hábilmente los puntos donde ejercerlas. Poco después llegue a una zona estrecha
y baja limitada, a mano izquierda, por un buen muro construido con ladrillos y
cementado a conciencia. Por lo que me habían contado los amigos que habían
visitado esta zona, dicho muro es una parte de la pared de un aljibe. Este
depósito de agua es accesible desde la superficie por un punto cercano a la
boca redonda.
La cavidad se ensanchaba algo más
adentro pero como contrapartida me encontré con una montaña de guano de
murciélago reblandecido por la humedad y lleno de bichos. Había que pisarlo con
mucho cuidado para evitar enlodazarse de mierda. Por suerte el guano se acababa
tan rápido como había empezado dando paso a múltiples galerías agateradas en plan laberinto tridimensional. Sin embargo lo
más notable era la existencia de un potente chorro de aire. Si bien antes, cerca
de la entrada de la cueva, la corriente me pareció cálida ahora, después de los
metros avanzados y con un ambiente tropical, la percibía fresca. De hecho era
una bendición pillar la gatera por la que venía la corriente. Dejabas de sudar
aunque, por supuesto, el mono ya estaba totalmente empapado.
Me interné en una zona blanca y roja
por la que creí intuir que venía el aire. Pase varias gateras que me llevaron a
algunas salitas llenas de colores. Pero el viento había desaparecido o, quizás,
no lo notaba ya. Seguí adelante por intuición hasta que, al cabo de un tiempo
relativamente corto, se me acabaron las posibilidades de avance. Algo antes
había pasado por una salita especialmente colorida y amplia. La elegí para
hacer unas fotos.
Me costó un buen rato de pruebas e
intentos que el flash esclavo se disparase adecuadamente en el periodo de
sincronización. Uno de los problemas era que no conseguía desactivarse el preflash de ojos rojos a pesar de estar seleccionado en
OFF. Pero finalmente seleccioné una modalidad de disparo de flash que evitaba
ese problema y pude hacer algunas fotos.
De vuelta me fijé en un recoveco por el
que de nuevo recuperé el hilo del viento. Desde luego, todo hay que decirlo,
estaba utilizando catadióptricos en todas las bifurcaciones para evitar
perderme. Como no pensaba hacer más fotos dejé todo el material, salvo una
linterna de repuesto, y me introduje por la estrecha gatera ventosa. Al otro
lado había una salita y luego más gateras ventosas y más salitas. Fui eligiendo
siempre aquella gatera que, aparentemente, soplaba más. Finalmente, tras dar bastantes
vueltas y sufrir cambios en la dirección dominante, accedí a una salita con
tres continuaciones aparentes. Me fije en dos de ellas por el viento. La
primera traía muy poco aire y me llevo a una ratonera sin posibilidades. La que
traía más aire era una gatera que daba paso a una salita evidente. Una
inspección visual me hizo pensar que cabía por la gatera. Pero enseguida
descubrí que me quedaba empotrado por las caderas. Prudentemente reculé y
comencé la vuelta.
Después de arrastrarme como un gusano
durante varias horas estaba embadurnado, yo, las microsacas
y la funda de la cámara, de un barro rojo, pegajoso y terco. Sude de lo lindo
en las últimas gateras y escalando el resalte. Cuando salí eran casi las ocho de la
tarde. Hacía un frío intenso y brillaba una luna casi llena. El mono empapado
se empezó a helar sobre mi piel. Aunque tenía intención de tomar alguna foto de
la entrada usando los flashes finalmente decidí abandonar la idea y volver a
toda velocidad al coche para cambiarme. O hacía eso o iba a coger un
enfriamiento por culpa de las fotos. Las fotos podían esperar otra ocasión.
Ya en el coche me relaje. Escuché
música, disfruté de la noche de luna y pensé que teníamos todas las papeletas
para conectar con La Almagra. No es que vaya a ser una travesía cómoda pero como
cavidad es de un exotismo total. Y siempre cabe la posibilidad de alcanzar el
acuífero por alguna gatera desconocida y remota…
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