El viernes 3/02/06 fui a la sede del club en el Polideportivo de la Universidad, no con muchas ganas, a estrenar al nuevo encargado del material: Moisés. Para sorpresa de todos el material estaba ordenado y limpio en las estanterías, el bote en los armarios y las cuerdas todas resplandecientes. Incluso había un nuevo armario con todos los equipos personales de ascenso. Como queríamos salir el sábado relativamente pronto de la cueva decidimos realizar una breve incursión al Sistema de Oreña para recoger cuerdas, mosquetones y chapas de zonas que no se están trabajando. En concreto de Gaterópolis solo quedaba cerrar el tema del Pozo Alucinante.
El sábado 4/02/2006 nos encontramos en Monpía a las 10 y pasamos todos los trastos al coche de Julio. Desde hace varios días el cielo esta oculto y la bruma gris se confunde con las nubes dando a todo un tono totalmente grisáceo. Nos cambiamos de indumentaria en el prado junto a la ermita de San Roque. Las tejabanas están llenas de porquerías abandonadas por algunos de los que vienen a disfrutar de este lugar. Me asquea pensar que todavía no halla calado el mensaje de conservar el medio ambiente. Vengo con el mono interior ya puesto lo que me da una ventaja evidente sobre los demás que con 5ºC ambientales tienen que despelotarse aquí en medio. El acercamiento transcurre feliz salvo por algunos grandes charcos de barro que tenemos que vadear y por los enormes tojos y zarzas que han invadido parcialmente los senderos.
La entrada de la Torca del Hielo esta en una jungla de lianas y zarzas. Las cuerdas que penetran el primer pozo tienen una capa de líquenes y organismos vegetales que les da un aspecto de solera. En cuanto bajo me voy hacia una diaclasa que siempre me ha intrigado y que nunca hemos pasado. Es muy estrecha pero a unos cuatro o cinco metros permite pasar en oposición empotrado. Las paredes son lisas. Lo que me preocupa es la vuelta ya que parece irse haciendo más lisa a medida que avanzas. Me retiro pensando que es mejor poner un spit y una cuerda para facilitar la vuelta. Para mi alivio no parece que los regatillos lleven mucho agua. Me paro a esperar a Julio que pasa detrás de mi la gatera de acceso hacia la galería 2002. La estrecheces no me parecen demasiado estrechas esta vez.
Recorremos todos juntos el tramo que nos lleva hasta la grieta sobre el pasamanos de acceso a Gaterópolis y bajamos. Hago todas las fotos que puedo. Moisés se impacienta con lo de las fotos. Sobre todo en las estrecheces. Comenzamos a analizar lo que vamos a recoger. Al menos hay que dejar el pasamanos instalado. De este punto sacaremos dos cuerdas de 40/50 metros y algunos trozos pequeños. El pasamanos se prolonga por una zona fácil que puede desinstalarse. Unos metros más allá alcanzamos la entrada a Gaterópolis. Se trata de una estrecha y uniforme gatera que permite el paso sin dificultad aunque sus casi veinte metros y el hecho de no verse la salida hacen que te lo pienses la primera vez. Aquí nos quitamos todo, incluido el casco, y dejamos todo lo que hemos traído salvo un equipo vertical que utilizara Moisés para explorar el contrapozo del pozo Alucinante. Para pasar la gatera me pongo mi linterna Tika. Empujando delante de mi llevo el casco y la cámara digital en su interior.
Moisés pasa la gatera el primero y con una cuerda tira de su equipo vertical. Cuando hemos pasado todos, Moisés se da cuenta de que ha olvidado parte del equipo vertical al otro lado de la gatera y le sugiere a Susanna que pase, ida y vuelta, a por lo que le falta. Susanna, diligente, no tarda casi nada y podemos proseguir con la sucesión de gateras variadas. Finalmente llegamos a la antesala del pozo Alucinante donde aún se encuentra la pala alpina que utilicé para desobstruir algunas gateras. Moisés se mete el primero en la gatera de los Menhires seguido de Susanna. Como ella quiere salir al otro lado, empujada por mi que también quiero salir, se monta una pequeña bronca puesto que al otro lado el terreno permite pocos movimientos. Finalmente Moisés comienza la bajada y los demás nos quedamos en una salita enlatados entre el techo y el desfonde. Aún así apagamos las luces y podemos dormitar un rato.
Moisés recoge la cuerda del pozo Alucinante y las instala en la grieta que da al contrapozo. Baja sin dificultades y explora su base, que es muy similar a la del pozo Alucinante. De subida estudia las dos galerías colgadas. La de enfrente colmata, casi de inmediato, con arenas y gravas y la de la derecha esta obstruida por un caos de bloques, aunque no se cierran del todo las posibilidades. En vista de las perspectivas decidimos recoger todo y sacarlo. La vuelta hasta la gatera se hace bien y de nuevo jalamos en la gatera de la saca del material recogido con la ayuda de una cuerda. Mientras Moisés se queda el último, desinstalando, los demás utilizamos el pasamanos y subimos la estrechez. No se me da mal pero resulta difícil el ascenso. Llevo la saca colgando pero lo mejor es pasarla en ascensor. Susanna y Julio tienen que negociar la estrechez y a Moisés se le da bastante bien. De cualquier forma César tenía razón: es un poco estrecha y habría que desobstruir un poco más. Pero me parece que, ya, no merece la pena.
Cuando empezamos a recoger las cuerdas nos damos cuenta de que se enganchan en algún sitio. Me toca bajar a mi por la ruta normal del pozo de la Castaña para arreglar la situación. Para no tener que volver hasta este punto, Julio y yo llenamos dos sacas y nos movemos hacia la confluencia. Desde allí me acerco a la instalación del pozo de la Castaña y bajo. Una de las cuerdas esta sencillamente enganchada con los salientes de la base del pozo. La otra pasa por un desviador que no deja pasar el nudo final. Subo por la libre penduleo hasta el desviador, lo suelto y vuelvo a bajar. Moisés recoge las cuerdas sin problemas. Jumareo hasta la cabecera del aéreo pozo y me reúno con Julio.
De vuelta, apenas paramos salvo para tomar aliento antes del paso clave en la gatera. Me siento mas descansado que otras veces que he estado en Gaterópolis. Julio dice que es una cueva durilla. Los últimos dos pozos, hasta la calle, se suben con tranquilidad. Aparezco en una tarde gris. No debe haber despejado en todo el día. Son las seis poco más o menos. El camino de vuelta esta tan lleno de tojos y zarzas como a la venida aunque algo más aplastados. A pesar del frío ambiente nos cambiamos de indumentaria sin notarlo apenas. La cueva nos ha dado energía esta vez. Todos andamos con cuidado para no pisar una mierda de perro con aspecto casi humano que hay al lado del coche. Moisés está ansioso por ver las fotos que he sacado y antes de llegar a Puente de San Miguel ya se ha empapado de imágenes.
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