Unas
cuantas llamadas telefónicas permitieron ajustar la visita a la Sima de la
Higuera para el domingo 10 de julio. David podía, su trabajo es muy intenso
durante el verano, y J.Carlos de nuevo se ofreció
como ayudante después de la sesión del jueves. Además hubo que gestionar
mediante emails el permiso para la Sima de la Higuera. Se trata de una de las
cavidades más valiosas del territorio español. Finalmente, gracias a Andrés
Ros, no hubo ningún problema en la obtención de los permisos. Además, gracias a
la generosidad de Mavil, pudimos conseguir todo el
material necesario para la sima: unos 100 metros de cuerda (80+20), más de 20
mosquetones y chapas. Por suerte las chapas no fueron necesarias ya que la
instalación de acero inoxidable esta puesta en fijo (parabolts y chapas).
Actualmente
el mejor acceso a la sima discurre por un corto sendero que crestea
el monte, al sur de Pliego, en donde se encuentra la boca. Casi al final la
senda baja unas decenas de metros hasta alcanzar la verja de entrada. El
paisaje hacia el norte, atormentado por los vientos que vienen del Sahara
cargados de polvo amarillo, me inquietaba. La higuera seguía allí, dándonos su
maravillosa sombra, a pesar de la intensa sequía. Y sus raíces viajando hasta
el fondo de la sima. Abrimos la verja con la llave que nos habían proporcionado
en el bar de Pliego.
En pocos
minutos pude instalar los pozos ya que todo está puesto en el lugar obvio y
adecuado y no hay duda en cuanto a su seguridad. Detrás de mi bajo J. Carlos y
cerrando el trío venía David. Los días anteriores había dudado de la
conveniencia de ir con J.Carlos a la sima debido a su
falta de experiencia en verticales reales (es decir que no sean zonas de
prácticas en el exterior; la opción que estuvimos barajando fue la Cueva del Farallon/Bosque de las Espadas). Sin embargo todo se
desarrolló sin contratiempos: J.Carlos está deseoso
de aprender.
Cuando
llegué abajo me despoje del equipo vertical y espere en completa oscuridad. Es
gratificante poder encontrar un lugar fresco, sombrío y silencioso hoy en día. Mis
compañeros llegaron en breves minutos y también se despojaron de los cacharros.
Siguiendo la magnífica y robusta balización que han realizado los murcianos
llegamos en pocos minutos al lago y a la Sala del Paraíso. Como siempre, y a
pesar de las numerosas ocasiones en las que he estado, la Sala del Paraíso me
produce una sentimiento de auténtica maravilla. Es algo reverencial y
religioso. No cabe duda de que estamos ante uno de los paisajes subterráneos
más singulares que alberga el planeta Tierra.
Mientras
David y J.Carlos asentaban todo en un punto adecuado
para cambiarse de ropa y extender las cosas yo dispuse los flashes para una
primera tanda. Después de unas cuantas pruebas tuve que cambiar baterías a dos
flashes y cambiar de posición a uno. Comenzamos la primera tanda de fotos con
el traje claro y el sombrero, un aire colonial, entre el bosque de aliens. Una vez hechas suficientes fotos con ese traje pasamos
a realizar una segunda tanda en la misma zona pero con el traje oscuro y la gorra.
La gorra le daba a David un toque proletario. En un momento dado decidimos
prescindir de la chaqueta y usar solo chaleco. Más proletario aún. David podía
mantener una expresión determinada durante largo tiempo. Pero me decía que echaba
en falta algo de orujo o ginebra para coger el punto... Finalmente nos trasladamos a la zona de
las nubes para una última sesión con el traje oscuro solo con chaleco.
La salida
fue en el mismo orden. J.Carlos ascendió sin
problemas. David se encargo de desinstalar. Fuera nos esperaba un horno seco.
Entre las cuatro y las cinco
aterrizamos en la Plaza de Pliego. El bar donde íbamos a devolver las llaves
estaba todavía cerrado así que nos fuimos a beber algo fresco en otro sitio
(había que programar los recorridos por las calles para eludir el sol). Poco
después nos despedíamos. Cada uno hacia su casa con el aire acondicionado a
tope.
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