A
mediados de agosto estaba de vuelta en Santander trás
un viaje por el norte de Europa. Nuestra estancia en Estocolmo y, después, en
Finlandia había sido como un soplo de aire fresco, literalmente hablando
también, en la viciada atmósfera hispánica. Las sesiones fotográficas del mes
de julio habían quedado atrás y una energía renovada me empujaba a realizar
nuevas sesiones. Algo antes de iniciar el viaje había hablado con Jara de este
proyecto, quien se mostro entusiasmada de participar. Así que aprovechando que
había una concentración/convocatoria de espeleólogos el sábado 13 de agosto en Bustablado
hablé con ella y no sólo le pareció bien, sino que
consiguió implicar a dos amigos, Ruben y Logan, como
ayudantes. Además se curro el conseguir dos o tres trajes y zapatos para la
sesión.
La cueva
escogida era fácil, corta y bonita: La Buenita. A pesar de que yo había entrado
en La Buenita hace muchos años no recordaba donde están las excéntricas. Sin
embargo Marta se ofreció a guiarnos hasta la zona y, de paso, a realizar una
revisión de los bichos caídos en las trampas. Marta está realizando un proyecto
de investigación sobre artrópodos cavernícolas. Quedamos todos a las 10 en el
Bar La Gándara. La que primero llego fue Marta que me acribillo a preguntas
sobre fotografía. Yo estaba algo parco de palabras pero alguna pregunta
contesté. Al cabo de un rato llegaron Jara y sus amigos.
Nos
preparamos en pocos minutos, ya que había poco que preparar, y Logan, que iba en
manga corta y pantalón corto, cogió una saca para ayudarme. Marta nos guió a
través de la galería de mina de entrada y luego por la escalerilla y las
grandes galerías. Le costo un poco encontrar la zona de las excéntricas pero al
final lo consiguió. Por el camino nos enseño una zona de formaciones clásicas
-muy atractiva- y varias trampas de bichos. Estaba empezando a tener prisa
por llegar porque sabía que nos esperaban largas tandas de fotos y la mañana se
estaba evaporando. Pero por fin llegamos.
Lo
primero fue ubicar un lugar para extender las cosas y que Jara pudiese
cambiarse de ropa. No fue difícil ya que la sala es amplia. Demasiado amplia
para iluminarla toda. Primero hice pruebas de enfoque e iluminación con Marta.
Mientras tanto ella seguía haciéndome preguntas. Estaba claro que deseaba
participar activamente en el trabajo. Cuando vio que la cosa se ponía muy
pesada opto por ir a realizar la recogida de trampas.
La
primera tanda fue con el traje negro bajo las excéntricas blancas. Después de
un buen montón de fotos cambiamos al traje de flores y más centrada en la zona
de excéntricas. De vez en cuando se
organizaba un guirigai porque todos trataban de dar
instrucciones a Jara. Pero la instrucción principal era la siguiente: no se
trata de conseguir poses sexys que provoquen a los tíos sino de expresar la paz
o el placer interiores que provoca la belleza del mundo subterráneo. Sin duda
infinitamente más difícil que provocar a los tíos (para lo cual no hay que
hacer practicamente nada).
La
siguiente tanda fue con el traje azul al borde del (un) abismo. En esa tanda
nos entusiasmamos mucho, pero también empezamos a hartarnos de la zona. Así que
recogimos todo y nos fuimos a la zona de formaciones clásicas. Los ayudantes
desaparecieron aburridos de tanta foto y tanta pose y nos quedamos Jara y yo
solos. Posiblemente fue el mejor momento para que ella expresara su
creatividad. Sobre todo jugando al escondite con los fantasmas. El mundo
subterráneo como terreno de juego de nuestras fantasías surrealistas.
Después
de recoger todo tardamos menos de diez minutos en salir. Mientras acababan de
cambiarse me acerqué al bar La Gándara y pedí una pinta de cerveza para matar el rato. Una hora más tarde me di cuenta de que no iban a venir nuunca porque se habían ido
a Bustablado. Conduje hasta allá en un estado de felicidad notable y allí me los encontré en uno de los dos bares.
Cayeron un par de cervezas más. Vimos las fotos en la pantallita de la cámara.
Era temprano y, previsiblemente, la barbacoa no iba a empezar antes del atardecer. Así que me despedí de todos ellos (de los que estaban y de los que no estaban) y me fui a Setien en donde me esperaba una gran reunión familiar. Había sido una sesión memorable.
Era temprano y, previsiblemente, la barbacoa no iba a empezar antes del atardecer. Así que me despedí de todos ellos (de los que estaban y de los que no estaban) y me fui a Setien en donde me esperaba una gran reunión familiar. Había sido una sesión memorable.
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