Roberto
me había invitado al encuentro de fotógrafos de cuevas que iba a tener lugar en
Soncillo entre el 4 y el 11 de septiembre. Le dije que iría a echar una mano
los días 8, 9 y 10. En realidad
sólo el 8 y el 9 había tarea pues el sábado 10 estaba organizada una visita a
Ojo Guareña. El miércoles 7 de septiembre al atardecer
subí desde la costa cantábrica a Soncillo por el Puerto del Escudo. Llegue
cuando estaban ya casi a punto de cenar. Roberto estaba en la oficina junto con
Lorenzo y Sergio. Les salude y me hicieron un resumen de lo que se estaba
haciendo y, sobre todo, de lo que íbamos a hacer al día siguiente. Mi
habitación, compartida con los eslovenos del grupo de Simon
Primozic, era la 11. Pague el alojamiento y luego me
di una vuelta con juna cerveza en la mano hablando con los conocidos que
recordaba y también con los que me recordaban aunque yo no recordase. Una nueva prueba de mi débil memoria para los
nombre y las circunstancias.
La actividad era frenética por doquier y
todas las zonas sociales del albergue estaban inundadas de fotógrafos y de
fotos. En muchas mesas se disponía de ordenadores portátiles para procesar
fotos y había corros en donde se comentaban todo tipo de cosas. Un ambiente
excelente como caldo de cultivo para la inspiración o, sencillamente, para
aumentar las ganas de hacer fotos. Según el programa de trabajo establecido estaba
yo en el listado de “guías” de la Covanegra para
ayudar a Katsuji Yoshida o
a Cristian Tzecu o al grupo de Jean F. Fabriol/Rémi Flament/Michel
Bouthors. Como mis recuerdos de la Covanegra no daban para ser “guía” de nadie me agencie una
topografía que añadida a lo que recordaba de la cueva me permitiera actuar como
“guía”. En realidad yo había visitado la Covanegra al
menos dos veces en mi vida, pero la última ya era un borrón en la memoria.
Las
sucesivas alarmas del reloj de uno de los eslovenos seguidas de su vuelta a la
cama sin más me exasperaron (can you stop that sound…!!?) Con un poco de
caos post-desayuno pude hacer mi saca, recoger el picnic y colocarme en la zona
de encuentro para Covanegra. Me transportaron en uno
de los coches de la organización, creo que el de Sergio, hasta las
inmediaciones de Covanegra. Una vez en el
aparcamiento se les dijo a todos que pusieran sus sacas en el coche de la
organización y que subieran andando la pista hasta la boca. Esa pista no es
apta para turismos normales, sólo para los robustos,
o los vehículo todo terreno. Salvo el conductor del coche robusto todos fuimos dando un paseo de quince minutos hasta la boca
de la sima. Así conocí a Iulian Neagu del grupo rumano
quien me conto que era arquitecto de software. Me pareció un hombre encantador
con una gran sensibilidad. En la
conversación se introdujo Jean F. Fabriol al escuharnos hablar de matemáticas y de Madrid. Un hombre
singular y un pozo de experiencias vitales.
La
instalación de las dos líneas de bajada de la sima corrió a cargo de Marcos.
Una línea tenía todos los fraccionamientos sencillos de pasar y la otra tenía
uno en volado. Como era previsible que hubiera gente de todos los niveles se intento
que la instalación fuera lo más cómoda posible. Ya abajo me aposente y me
dispuse a hacer alguna foto con la Nikon compacta y
un flash mientras los japoneses trabajaban. Al cabo de un tiempo largo pero no
infinito los otros organizadores que andaban por allí, sobre todo Sergio,
comenzaron a inquietarse por el retraso del grupo japonés de Katsuji. Yo le comuniqué a través de la ayudante Yuriko la necesidad de moverse si querían hacer fotos en
otros puntos de la cavidad. Pero Katsuji y su equipo
tenían el espíritu de una pirámide de bloques pétreos que cuando se asentaba
echa raíces… Mientras tanto yo seguía haciendo fotos sencillitas. Finalmente,
pero con cierto retraso, se pusieron en movimiento.
La
primera parada fue en el punto en que se ve la zona de entrada enmarcada en la
gran galería rectangular que se adentra. En este caso no tardaron mucho en
realizar unas cuantas tomas. Cotinuamos por la
sucesión de verticales y pasamanos instalada por Marcos. Finalmente aterrizamos
en una zona en que la belleza de la cueva es uniforme. El caso exigía tomar una
decisión acerca de donde tomar fotos. Yuriko me
pregunto y yo le dije que a partir de aquí hasta el final todo era “bonito” (from here to
the end the
cave is beatiful, you can take photos
where you want...) Pararon junto a un panel abarrotado de corales y
se concentraron como japoneses. Katsuji daba órdenes
en vos queda y los tres ayudantes respondían con diligencia. Podían permanecer
en la misma posición media hora sin pestañear repitiendo o depurando una
toma. Mientras yo me admiraba.
Había
habilitado el reloj que me regalaron en el homenaje por la jubilación, con su
pila nueva y su bolsa, como reloj de “cuevas” para las estancias de varias
jornadas o las necesidades de las incursiones de un día. Cuando marcaba las
tres menos cuarto, y tocaba ir recogiendo, llego el grupo francés guiado por Marcos…
eran las cinco. El reloj era un patata
y se había retrasado más de una hora a pesar de que lo puse en hora por la
mañana. Para posteriores necesidades tomé la decisión de comprarme un reloj
automático de calidad. De momento tomamos la decisión de intercambiarnos:
Marcos se quedó con los japoneses mientras recogían y yo me marche con los
franceses. Marcos había realizado la instalación y sabía lo que había que
recoger.
La
marcha con Jean Françoise, Rémi y Michel fue rápida
hasta las cuerdas. Allí descubrí que Jean Françoise solo podía llevar un peso
escaso y que tenía problemas de fuerza y precisión en sus movimientos. Mientras
Michel se quedaba ayudando un poco a Jean Françoise yo me adelante con Rémi y una de sus sacas para ir adelantando. Les esperamos
en un punto en que había posibilidad de dudar y luego continuamos. Enseguida
llegamos a las cuerdas finales y la galería rectangular. Yo me aposente de
nuevo en la base de la sima a esperar los eventos. El grupo de los tres
fotógrafos franceses se dedicó a fotografiar la entrada y los japoneses
llegaron pero se demoraron con nuevas tomas. De los rumanos no sabía nada
aunque andaban por allí también.
Cuando
todos los japoneses, y alguno de los franceses, salieron subí yo dejando la
saca colgada de la cuerda para que deslizase bien el croll.
Arriba estaba Marcos bebiéndose una botella de vino. Tras preguntar a Yuriko me fui con ellos en su coche al albergue. Ana (del Trasmiera) me dejo una toalla ya que el albergue no las
proporciona. Despues de las cervezas y la cena Michel
Bouthors me enseño alguno de los trabajos de su grupo
y me conto de alguno de sus viajes. Magníficas fotos. Me fui a la cama temprano
porque en el meeting se madrugaba bastante. Ver Todas las Fotos
1 comentario:
Preciosas Fotos, Gracias por el reportaje!
Publicar un comentario