El plan del sábado, elaborado con la ayuda de los móviles el viernes como a las diez de la noche, consistía en ir en pandilla -Julio, Eva, Miguel, Manu, Sergio, Ines, yo y alguno de los nuevos- a la travesía Coterón-Reñada (por el ramal Reñada que es el más cortito) Normalmente en 4 o 5 horas se puede hacer la travesía. Pero algo debió pasar entre las 22h del viernes y las 9h 30m del sábado pues cuando llegue a la cita solo estaba Manu envuelto en una nube de humo. Llamamos a Julio que dormía todavía. Al poco llego Inés, que solo traía una cuerdecita, y, un poco más tarde, Sergio que traía dos cuerdas de 40. Les propuse cambiar de planes.
Hacía tiempo que soñaba con ir a buscar la sima del Giant Panda, la nueva entrada al sistema de los Cuatro Valles que han descubierto recientemente los británicos y que consigue cortocircuitar Gorilla Walk. El trabajo de los ingleses ha sido magnífico. Localizaron desde dentro de la cavidad un aporte, Windy Inlet, que desemboca cerca del final de Gorilla Walk. Tras varias estrecheces escalaron dos pozos uno de 10 y otro de 30- y con un molephone determinaron un punto en la superficie a unos 7 metros de distancia. Tras arduos trabajos y después de cavar y apuntalar un pozo de cinco metros, en el verano del 2008 pudo completarse la obra y utilizarse como entrada alternativa para las exploraciones del sistema. Así, se hizo accesible en un tiempo razonable, y con dificultades razonables también, las zonas más remotas de la cavidad.
Enviamos un mensaje a Julio camino de Riaño. Pero al final opto por no venir. Nos apeno su ausencia. Aparcamos en el mismo sitio que usamos para ir a la Hoyuca. El día estaba cubierto, pero no llovía, y la temperatura era acogedora. De pronto me sentí feliz caminando por esta zona y buscando la sima, quizás el reencuentro con la cueva que más me atraía hace años poseyera un significado especial para mí. Tenía una vaga idea de donde podía estar la sima gracias a la mirada que le eche a la topo de los británicos hace unos días, pero no tenía las coordenadas ni GPS. Después de un par de revueltas de la pista llegamos a una zona de cabañas con abundantes agujeros y dolinones. Comenzamos por el más cercano mientras Sergio se acercaba a una paisana que extendía estiércol por un prado. La mujer nos informo del lugar al que estaban yendo los británicos últimamente. Le comentamos lo bonita, y bien arreglada que estaba su cabaña y la suerte que tenía de tener un sitio así. Pero estaba harta de trabajar y no lo veía tan bonito como nosotros.
La entrada de la sima esta en una vaguada donde existe un sumidero intermitente. Los británicos no solo han tenido que excavar un pozo vertical de unos cinco metros sino que se han visto obligados a apuntalarlo con tablas, tubos de hierro y palieres para que no se derrumbe. Daba mucha grima meterse debajo de todo aquello. Pensamos que lo mejor sería entrar de uno en uno. Al fondo del pocete -que se destrepa sin problema- una estrecha gatera permite pasar a un ensanche donde realmente comienza la instalación vertical. Hay que tener un exquisito cuidado con las piedras y con la roca, quebrada en multitud de lugares, y que con poco que roces puede desprenderse y caer a la sima golpeando la cuerda o a un compañero. El primer tramo tiene un par de fraccionamientos y un desviador pero la verdadera dificultad es la hinchazón de las cuerdas. Costaba un gran esfuerzo conseguir deslizase cuerda abajo. Tras otro cómodo pozo de unos diez metros se acababan las verticales con cuerda.
Durante un rato busqué la continuación por todos los rincones hasta que tuve que aceptar que para seguir había que pasar una estrechez. Al otro lado me paré, esperando a Inés y Manu, acompañado por Sergio. El lugar era incómodo, había que empotrarse en una zona vertical con pequeñas repisas y mucha humedad que nos iba empapando poco a poco. Creo que debimos esperar por lo menos media hora aunque quizás se acerco a una hora. Sergio blasfemaba de vez en cuando mientras yo trataba de concentrarme en pensamientos que me ayudasen a escapar de la situación . Me sumí en un mutismo mantenido. Por fin escuchamos a nuestros compañeros. Como era de suponer les había costado mucho bajar la cuerda hinchada.
El resto de la sima consistía en un bonito, sinuoso y limpio meandro con varios pasos que se destrepan. Finalmente un último tramo rectilíneo con una estrechez especialmente incómoda te deja sobre un laguito a unos 150 metros del final de Gorilla Walk. Sea como fuere el agua no pasaba de la rodilla pero fue suficiente para inundarme las botas de goma. A partir de aquí no me importo mojarme pues ya estaba mojado. Poco después nos reuníamos todos y proseguíamos aguas abajo. Para evitar un lago de aguas profundas remansadas localizamos un laminador a la izquierda que se resolvió entre unas formaciones. Unos metros más allá alcanzamos las playas de Second River Inlet. A partir de aquí cambia por completo el aspecto de la cavidad. Las galerías son anchas y altas con hermosas playas y formaciones de vez en cuando. Aunque hacía varios años que no iba hasta Astradome me acordaba bastante de los pasos clave y les propuse llegar hasta allí.
Al principio seguimos el río principal hasta una desviación arenosa que nos condujo por un sistema de gateras. Así llegamos al punto donde se accede a Third River Inlet. Continuamos avanzando por este río aguas abajo mientras las galerías iban ganando en tamaño. Una galería fósil a la derecha nos despisto durante unos minutos. Luego alcanzamos una zona en la que la galería -ya sumamente ancha- tiene taludes de arena por los que se va a media ladera. El hambre y el cansancio empezaron a hacer mella. Les dije que faltaba menos de media hora para Astradome. Se rieron de mi afirmación.
Íbamos muy atentos para coger una desviación al río que durante un rato sigue una galería reducida con algunos remansos. A la salida de este pasaje la galería volvió a ser ancha y cómoda. Ahora si estaba seguro de que faltaba poco. Al alcanzar Fourth River Inlet confirme que solo quedaban cinco minutos para Astradome. Como no me creyeron les pregunte si notaban en ese punto algo característico. Les llamé la atención sobre el nuevo afluente que llegaba por la derecha en una curva a 90º.
La reverberación en Astradome es salvaje. Un cilindro de quince metros de diámetro y más de cien de altura conduce una pequeña cascada por su eje central. Mis compañeros -que nunca habían estado en un sitio de estas características- gozaban dando grititos y voces. A mi me gusta un ulular corto que casi me permite oír el eco. Me dedique un rato a practicar. Magnifico. Nos comimos las provisiones allí.
La vuelta se hizo muy corta gracias a la sensación de conocido. Los pasos estrechos nos costaron más en la subida de la sima. Las verticales con cuerda, sin embargo, fueron muy cómodas. En un momento estábamos fuera Manu y yo. Pero hacía mal tiempo y había refrescado. La espera de los compañeros se hizo pesada. Eran las cinco y pico.
Totalmente satisfechos de la actividad realizada volvimos a Solares donde nos esperaban los coches. Manu e Inés pensaban ir a la barbacoa de Eva. Sergio y yo nos fuimos a nuestras casas respectivas. Sin ningún genero de duda volveremos por la sima del “Panda Gigante”, en pandilla o sin ella, para conocer las profundidades de la Hoyuca...
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